miércoles, 24 de octubre de 2007

Lenguaje corporal de Fidel y Raul

Tomado de Penultios Dias

lunes, 22 de octubre de 2007

La Corporacion en el debate internacional de la izquierda

Los analistas del Think Tank en su habitual reflexion de los lunes, publican un trabajo titulado "El debate desde adentro: Criterios y silencios", que luego de una breve acotacion, reproduce un articulo y una entrevista del Sr. Pedro Campos publicados por el mismo en Kaos en la red http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=43099. Añadir a la introduccion del Think Tank, que el Sr. Campos esta demasiado prematuramente retirado; que para los que conocemos como se realizan en Cuba las investigaciones que el Sr. Campos realiza resulta "incomprensible" sus fuentes y recursos de investigacion; que el Sr. Campos disfruta de una "licencia intelectual" no acorde con su perfil de licenciado en Historia jubilado, que evidentemente no retirado; que el jubilado Campos disfruta de otra "licencia de internauta y publicista online" tampoco acorde con su perfil y que esta vedada para el 98% sino mas de la poblacion cubana.

Cuba Nostra

Cuanto dinero tiene la nomenklatura?

sábado, 20 de octubre de 2007

El Fidel Castro que yo conozco / Garcia Marquez

Briand Latell, After Fidel

Castro, el infiel

Tomado de http://www.cartadecuba.com/castro_el_infiel.htm

Plutarco, en la introducción a la vida de Alejandro, establece una diferencia entre biografía y narración de vida. Admite que en sus Vidas paralelas en lugar de Historias optó por escribir Vidas, pues "no es en las acciones ilustres que se da a la luz la virtud o el vicio; un acto pequeño, una palabra, una bagatela, expresan mejor un carácter que los combates mortales, los enfrentamientos importantes o el sitio de ciudades". No es de extrañar que Serge Raffy se haya inspirado en la máxima del ilustre clásico, en su recién publicada biografía de Fidel Castro. Castro l'infidèle (Editorial Fayard, 2003) reconstruye el proceso de cómo se forja un autócrata. El autor se adentra en las facetas primigenias, en los orígenes que determinaron la infancia del hombre que rige los destinos de Cuba, y en gran medida, los de América latina desde hace más de cuatro decenios.
El autor no se apoya en las grandes gestas de la historiografía oficial, sino en la intimidad de los hechos, en el contexto que rodea las pequeñas facetas de una vida que según las circunstancias y el imaginario de quien las vive, oscilan luego entre miseria y grandeza. Comprender la personalidad transgresora de Fidel Castro, exige remontarse al origen de su nacimiento. Circunstancias en las que germinará el resentimiento que le llega de la mano de la humillación por las heridas que un niño sufre, cuando aún no alcanza a comprender los determinismos sociales. De allí se origina el aliciente que lo ha guiado en su propósito de resarcimiento de su origen bastardo. Desde entonces, toda su vida se ha orientado hacia una búsqueda sin tregua de compensación; proceso que propició en él una verdadera vocación: llegará a ser el escultor de su propia estatua: y el poder absoluto, la materia sobre la cual modelará las formas de su obra. Domador de su propia voluntad, la dirigirá exclusivamente a la realización de la idea única que lo habitó desde siempre: su realización personal en el horizonte del poder. La suerte del mundo lo tiene sin cuidado, los seres humanos son figurantes, necesarios como público, como carne de cañón, como palmas para al aplauso. El goce del poder por el poder: el poder únicamente para él, sin visión alguna de futuro, ni de la perennidad a través de otro. Todo comenzó con él y terminará con él: nadie le sucederá. Ese ha sido su único proyecto. Un caso único de modalidad de narcisismo.
Los autócratas siempre han legitimado su acción apoyándose en un proyecto, bien sea de conquista o de imposición de un credo. Si vamos a los casos más recientes: sin las instituciones fundadas por Napoleón, Francia no sería hoy lo que es, ni tampoco Europa; el proyecto de Hitler era el de imponer el poderío de la raza aria exterminando pertenencias étnicas; el de Stalin, forjar un imperio comunista para vencer el capitalismo; Franco, pese a haberle fallado en el modelo ideológico que se propuso para perennizarlo, fue gracias a su iniciativa de organizar su sucesión que se abrió la vía a la España de hoy; hasta Bin Laden, con su terrorismo, aboga por imponer un Califato Universal. La última justificación que les queda a los aún admiradores del caudillo caribeño, como proyecto que justifique la dictadura cubana, es el manido derecho a la salud y a la educación, que son logros vigentes en todos los países democráticos, alcanzados mediante la aplicación de normas administrativas, sin necesidad de recurrir a gestas heroicas ni a la "justicia revolucionaria". Y en cuanto a política internacional, la suya ha consistido en mantener un estado de guerra latente, sin que nunca se haya llegado a un desenlace que merezca el esfuerzo. De Fidel Castro quedará una manera de imponerse y la tan peculiar de ejercer el poder, pues si algún proyecto político tuvo, fue rebasado por su voluntarismo cegador, que vuelve incoherente todo lo que emprende. En lugar de competencia, lo suyo es el ejercicio de un poder de seducción inigualable, que ha despertado la fascinación del mundo.
En el empleo de la astucia en lugar de la inteligencia, ha radicado la clave de su éxito: elemento bastante pobre como para asegurarle la perennidad en la memoria de los siglos. Si hubiese optado por el teatro, tal vez se hubiese convertido en un verdadero monstruo sagrado. Desafortunadamente escogió por escenario el mundo, y a los cubanos, como súbditos de la sed desmedida de imponer su voluntad. Narrar la historia de una seducción requiere herramientas históricas que se confunden con la psicología y la ficción. Fue hurgando en lo que suele desechar la historia, que Serge Raffy encontró hechos claves que ayudan a explicar el fenómeno de una personalidad orientada hacia un propósito desmedido de legitimidad, dotándose de una capacidad excepcional para la creación de imágenes. En ese sentido, debemos reconocer que Castro inauguró la era del vasallaje de la política ante la imagen. Pero su fuerza radica en su capacidad de perform: él es carnal; nunca llegará a convertirse en mito. Cuando ya su presencia se haya esfumado, su imagen será simplemente eso: imagen, fotografías sin vida, de alguien que alguna vez vivió. Sueños de grandeza ¿Qué sueños de grandeza remotos arrastraba consigo, inscritos en una suerte de memoria anterior, aquel niño que para alcanzar la certidumbre de sí mismo necesitó realizarse, no como ser humano, sino como ser único, excepcional, convirtiendo su ansia de poder en su sustancia vital?
Todo comenzó en un ambiente similar al de la célebre novela radiofónica de Felix B. Caignet, El derecho de nacer. El nacimiento en un bohío de un niño bastardo, hijo de una de las criadas, engendrado por el patrón, no es nada excepcional en América latina; pero el niño vino predestinado y dotado del poder de doblegar voluntades, que puso al servicio de vengarse de las élites que lo excluían. Ángel Castro, español, gallego, quien según la costumbre, mediante pago reemplazó a un señorito y así hizo su servicio militar en la Isla durante la guerra de independencia, regresa a España llevando a cuestas la derrota del imperio español vencido por el norteamericano, que ya despuntaba como tal. Luego regresa a la Isla para hacer fortuna. Su ambición de salir de la pobreza lo lleva a ejercer toda clase de oficios. Gracias a un colón canario, Fidel Pino Santos, logra alquilarle parcelas a la United Fruit. Va adquiriendo tierras hasta llegar a convertirse en terrateniente y comienzan a llamarlo don Ángel. Se convierte en un patrón implacable y violento. Su amigo y cómplice, Fidel Pino Santos, le sugiere que ya es tiempo de que aprenda a leer y a escribir, y le presenta a la maestra María Luisa Argota, quien se encarga de l a tarea. Como en las novelas, el analfabeto se casa con la maestra de la escuela americana a la que asistían los hijos de la alta sociedad de Banes; la pareja se instala en la propiedad que tiene Ángel Castro en Birán (No es difícil imaginar de dónde proviene la obsesión de alfabetizar de Fidel Castro). Dos hijos nacen de esa unión. Un día llega una mulata con una hija de la misma edad que su hija Lidia, Lina Ruz, de 14 años, y la emplea como criada. Al primer embarazo de Lina, la maestra cierra los ojos. Nace una niña, Ángela, que es llevada al bohío que ocupa la madre de Lina. Nace un segundo hijo, Ramón, que también va a acompañar a su hermana al bohío. El asunto debe permanecer en secreto, pero María Argota no acepta más la situación: abandona la casa de Birán perdida en las montañas y se instala en Santiago de Cuba con sus dos hijos. Lina se impone como la nueva patrona y da a luz a un tercer hijo, al que don Ángel da el nombre de su mejor amigo y cómplice: Fidel. María Argota exige una separación legal. La posición jurídica de don Ángel es difícil: adúltero, y además mantiene una familia clandestina. Corre el riesgo de perder gran parte de su patrimonio. Simula la ruina y le traspasa legalmente sus bienes a su amigo Fidel Pino Santos. Oficialmente arruinado es jurídicamente intocable. Pero la situación de los hijos ilegítimos sigue en suspenso. Lina, para sacarlos del ambiente hostil que los rodea, y para hacerlos olvidar como prueba de delito -pues la esposa legítima exige la mitad de las tierras- decide enviar a sus hijos a casa de un amigo en Santiago. El pequeño Fidel apenas tiene 4 años. Luis Hipólito Alcides Hibbert, cónsul de Haití, suerte de negrero proveedor de mano de obra haitiana para los hacendados de la región, y su esposa, Emerciana Feliú, toman los niños a su cargo. Fidel Pino Santos, por agradecimiento, porque don Ángel financió su campaña electoral para diputado, remunera a Luis Hipólito por el cuidado de los niños. El pequeño vive entonces la experiencia de la humillación en el colegio La Salle, donde está interno, y tiene que soportar el mote de "judío" por no estar bautizado. En aquel medio de niños burgueses, su bastardía y el analfabetismo de su madre constituyen una lastra.
Cuando cumple 8 años, Fidel Pino Santos convence a un sacerdote que le debe favores para que bautice al niño. Los tutores haitianos son los padrinos. En el acta de bautismo el chico aparece bajo el nombre de Fidel Hipólito, hijo de Lina Ruz: el nombre de Ángel Castro no aparece mencionado, pero no importa, lo que cuenta es poder volver al internado y seguir estudiando. No será sino hasta 1940 que Ángel Castro y Lina Ruz podrán regularizar su unión. Fidel Ruz ya podrá llamarse Fidel Castro. Ángel Castro lo reconoce como hijo suyo el 11 de diciembre de 1943 y "se le puso por nombre Fidel Alejandro", reza el documento. Que no quepa la menor duda que a los 17 años, el adolescente, apasionado de lectura, sabía perfectamente quien era Alejandro Magno, y que la decisión de descartar el Hipólito del padrino haitiano y tomar el del guerrero macedonio, fue suya. Ahora ya puede acceder a Belén, el prestigioso colegio jesuita de La Habana, en donde comienza la irresistible ascensión del joven rural, quien ya revela sus ansias desmedidas de éxito. Allí coincide con un conocido de Banes, el joven Rafael Díaz-Balart, de quien se hace amigo y con cuya hermana se casa, llegando así a formar parte de la familia. Rafael Díaz-Balart es aliado político de Batista y tras el golpe de Estado, llega a formar parte de su gobierno. De Banes son los personajes que van a decidir la historia de Cuba en la segunda mitad del siglo XX. De Banes es oriundo Fulgencio Batista, que como Ángel Castro, de familia muy pobre, le debe todo a la United Fruit. De Banes también son los Díaz-Balart, familia a la cual accede por alianza Fidel Castro, tras el matrimonio con Mirta Díaz-Balart, hermana de Rafael. Y hoy, desde el Senado de Estados Unidos, un Díaz-Balart es uno de los opositores más sistemáticos de Fidel Castro.
Las modalidades de la irrupción del joven Fidel Castro en el panorama político de la Isla, eran las que reinaban en la época: violencia, y gangsterismo político. Un hecho excepcional que determinará el futuro político de Fidel Castro, según Serge Raffy, es el encuentro con Fabio Grobart. Según el biógrafo, la colaboración de Fidel Castro con el horizonte soviético dataría de esa época. Corre el año 1948. Fabio Grobart, judío polaco, cuyo nombre verdadero es Abraham Semjovitch, como jefe de la "red del Caribe" suplente del Komintern, ha recibido la orden de Moscú para reclutar "hombres nuestros", agitadores antiimperialistas, cuya particularidad es que no militen en los partidos comunistas; antes por el contrario, deben aparecer como visceralmente anticomunistas. El KGB precisa de hombres de acción y no de militantes.
Fidel Castro corresponde al perfil requerido: "de reputación 'gangsteril', sus métodos brutales, su activismo impetuoso, su aventurerismo", hacen de él el candidato perfecto. El encuentro se da por intermedio de Flavio Bravo al regreso de Fidel Castro de Bogotá, a donde había ido para participar en un encuentro latinoamericano de estudiantes auspiciado por Perón. Al mismo tiempo se realizaba la Novena Conferencia Panamericana de Cancilleres que debía inaugurarse el 9 de abril, de no haberlo impedido el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder del partido liberal, provocando la revuelta y el incendio de Bogotá. Sin embargo, existen testimonios que afirman que cuando Fidel Castro viajó a Bogotá, en compañía de Rafael del Pino Siero (ex miembro del ejército norteamericano, muy cercano a Castro, con quien rompió en México en vísperas del desembarco del Granma. Detenido en 1959, condenado a 30 años de cárcel, al cabo de 17 apareció ahorcado en su celda), iba con una misión de la CIA para la que colaboraban ambos. La misión asignada era la infiltración de los movimientos estudiantiles latinoamericanos. Tal vez, el que fuera colaborador de la CIA lo dotaba ante Grobart de una cualidad mayor. Esa condición de "agente doble" era para el joven Castro terreno conocido. No nos referimos a la práctica de la denegación, traición o virajes, propios del juego político, sino a una verdadera estructura psicológica derivada de los avatares del origen de su biografía: la propensión a ser simultáneamente dos personas; a jugar en dos campos al mismo tiempo. Opuestos a la idea del personaje íntegro e impetuoso que representa, ciertos hechos nos hacen entrever su personalidad doble. El doble le fue dado como un sustrato de identidad desde su nacimiento: doble hogar, doble nombre, doble identidad, doble pertenencia familiar.
Esa estructura de lo doble aparece en todas las acciones que él emprende, ocasionando crisis, pues es una conducta que aplica el "doble bind", que como se sabe, es el origen de muchas perturbaciones psíquicas. La inclinación a crear situaciones dobles es una constante en él. Su capacidad de infidelidad en las relaciones políticas, el hecho de que desde 1959 el gobierno real lo detentó primero un gobierno secreto, y luego en el aparato de gobierno tienen preeminencia absoluta los servicios de inteligencia y de control policial. También fue bajo el signo del doble que organizaba los grupos revolucionarios que debían provocar el estallido de la revolución en América Latina. De hecho, el castrismo pone término al tradicional militante bolchevique, íntegro, austero, discreto, consciente de su heroicidad anónima. El castrismo dio cabida a un combatiente mitad agente secreto, mitad cowboy --doble agente-- de heroicidad escandalosa. En cuanto a la cooperación que practica con los gobiernos, en particular los latinoamericanos, la modalidad es la captación de agentes dentro de aparatos e instituciones del Estado, y a su vez, infiltración de agentes cubanos bajo fachada de médicos, técnicos deportivos...; y cuando la relación se vuelve complicidad, integrará directamente agentes del aparato de seguridad cubanos al aparato del Estado receptor, como sucedió en Chile y sucede hoy en Venezuela. Su capacidad de cambiar de registro, la maleabilidad de su personalidad, impide que ningún tipo de negociación concluya con él en algo tangible, pues nunca se estará tratando con el verdadero, sino con el otro. Y él mismo no se sentirá concernido, pues siempre será el otro quien actúe, de allí que la trasgresión sea el ambiente que mejor le acomode. La ley será siempre la de su voluntad.
Cierre de un período Resulta imposible bosquejar lo íntegro de una obra de tanta sutileza y detalles, pero conviene señalar, entre otras cualidades, el significado que tiene dar a conocer una versión despojada del aura mítica que siempre ha rodeado a la figura del caudillo caribeño dentro del panorama político francés. No fue sino hasta abril, cuando el personal de seguridad de la embajada cubana, dirigido por el propio embajador, arremetió con barras de hierro contra la pequeña manifestación organizada por Reporteros Sin Fronteras para protestar contra la ola represiva que se abatió contra p eriodistas independientes y disidentes, que la opinión pública francesa comenzó a abrir los ojos ante la anomalía que representa hoy el régimen de la Isla. Si en Francia actuaban así, ¿cómo será entonces en Cuba?, comenzaron a preguntarse en Francia.
Castro l'infidèle cierra un período. Es el divorcio consumado de las élites políticas francesas --de izquierda y de derecha-- con el mito castrista. El idilio de más de cuarenta años de los franceses con el castrismo: uno de los más persistentes del panorama europeo. Pese a las crisis surgidas a lo largo de más de cuatro decenios, entre las cuales el Caso Padilla significó la primera gran decepción, la fidelidad al mito persistía, salvo contadas excepciones. Muchos soportaban infracciones flagrantes a principios inviolables en Europa, so pretexto de que el régimen cubano le había otorgado la "dignidad" a su pueblo: de ello se infería que el resto de los pueblos de América Latina vivían en estado de indignidad.
Siempre alerta a los cambios y a las especificidades locales, el gobierno de La Habana le otorgó un mínimo espacio al espíritu crítico de sus incondicionales franceses a condición de que lo expresaran a sotto voce, en la intimidad de la embajada. Ello tenía la ventaja de afianzar más la complicidad: el criticado consolaba al mismo tiempo al crítico por lo irrealizable de la revolución ideal. Así se mantenía una situación de afecto-dependencia.
Uno que otro se ha atrevido a emitir, públicamente, alguna crítica de orden económico; pero las mismas que se admiten en la propia isla. A lo que no se arriesgaban era a tocar el ámbito de los derechos humanos. Ese rubro quedaba cubierto con las campañas contra las dictaduras de Chile, Argentina, Uruguay, Guatemala... Jamás nadie cuestionó el intervencionismo militar cubano, ni los métodos empleados por la policía, ni las parodias de juicio. Y a los aquí militantes contra la pena de muerte, no les molestaba que en Cuba se aplicara como método de gobierno. En cuanto a los balseros, no había de qué ofuscarse, ¿acaso no los había también que huían de Haití, Santo Domingo y Puerto Rico? Tampoco son islas muy felices que se diga. Todos los argumentos son válidos para justificar lo injustificable: hasta llegar a pretender que todas las islas del Caribe se valen o son intercambiables. De Cuba y de su historia se ignora hasta lo más elemental: la versión oficial será acatada como dogma absoluto. Cualquier texto que pretendiera dar una imagen más acorde con el contexto real del régimen cubano, se enfrentaba a los guardianes del mito, que detentaban el monopolio del tema en las gacetas más prestigiosas y leídas del país. Castro l'infidèle marca un antes y un después. Ya nadie puede escudarse en la ignorancia o pretender ingenuamente, todavía hoy, que "la isla de nuestros sueños de juventud se volvió la isla de las pesadillas", como si esas pesadillas fuesen recientes.
Pero sería injusto adjudicar sólo a los franceses el monopolio de la ceguera en cuanto a Cuba. América Latina no se queda atrás en la materia y ello reviste una gravedad mayor, pues son víctimas de la criminalización de los derechos humanos, y valoran negativa o positivamente los crímenes, según la simpatía o antipatía que se le profese a quienes los ordenan, como lo demostró Rigoberta Menchú al acudir a La Habana para expresar su solidaridad al dictador cubano. Cuesta admitir la indiferencia de una persona tan profundamente identificada con la cuestión étnica, ante los fusilamientos de tres jóvenes negros por el simple hecho de haber intentado huir de la Isla. Cuesta aún más admitirlo de quien se ha ganado ante la opinión pública internacional el título de paladín de los derechos humanos. Es la misma persona que ha hecho llorar a millones de personas con el testimonio de la muerte de sus padres y hermano a manos de los militares guatemaltecos. Creo necesario acotar, sin buscarles circunstancias atenuantes a esos crímenes, que fueron cometidos en Guatemala en un contexto de guerra revolucionaria, lo que no es el caso de los jóvenes fusilados en Cuba, pese a lo que afirme Fidel Castro. Solidarizarse con un gobierno criminal, le quita toda legitimidad a su acción. En el mismo caso se sitúa el otro Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel; como también el sector de las Madres de la Plaza de Mayo, cuya presidenta Hebe Bonafini, es ya un esperpento lastimoso.
Es de desear que la repercusión de Castro l'infidèle se haga sentir en América Latina, donde todavía Francia goza de una influencia innegable, y cesen de continuar midiendo los derechos humanos con el doble rasero de los crímenes buenos y los crímenes malos. Que por fin se comprenda que Castro el infiel es el hombre que se interpuso en el camino, cuando Cuba andaba en la búsqueda de un cauce.

El curriculum de Elizabeth Burgos explica la importancia de su análisis sobre el castrismo. Nacida en Caracas, en el seno de una familia de alcurnia, dejó la comodidades para unirse a los movimientos de izquierda en los años sesenta. En esos avatares conoció a su futuro esposo, el filosofo francés Régis Debray, autor del libro Revolución en la revolución (obra obligada de la insurrección en Latinoamérica) y quien llegó a Venezuela para entrevistar al guerrillero Douglas Bravo.Sus avatares por Latinoamérica la llevaron a Colombia, Ecuador, Perú (donde fue detenida, por sus supuestas vinculaciones con movimientos de izquierda) y Chile, donde trabajó de cerca con Salvador Allende. Participó en la famosa Conferencia Tricontinental de La Habana (1966) y recibió, junto a Debray, entrenamiento militar en Cuba. A los pocos años encabezó una campaña internacional que logró la liberación de su esposo, quien fue detenido y condenado en Bolivia a 30 años de cárcel después de participar en la guerrilla con el Che Guevara. Posteriormente dejó la agitada vida de revolucionaria y se radicó en Francia, dedicandóse a la antropología y la escritura.En 1982 lanzó a la fama a una joven indígena guatemalteca con un libro nacido de una entrevista: Me llamo Rigoberta Menchú: así despertó mi consciencia (Siglo XXI - 1982); obra que jugaría un papel fundamental en el Premio Nóbel de la Paz que ganó la centroamericana. Años después repitió el ejercicio con Daniel “Benigno” Alarcón Ramírez, compañero de Castro y el Che Guevara en la Sierra Maestra: Memorias de un soldado cubano (Tusquets – 1997).

viernes, 19 de octubre de 2007

¿Es Fidel Castro un agente de la CIA?

Cuatro articulos de la autoria de Andres Rivero Collado
http://groups.google.com/group/soc.culture.cuba/msg/a93473491681ba99?

Sin entrar a juzgar los desaciertos del régimen de Batista (1952-59) y por ende de la república desde 1902, en Cuba no era necesaria una revolución política o social, especialmente si su líder tenía los antecedentes gangsteriles de Fidel Castro y sus personeros más destacados como el Che Guevara, el coronel Bayo, Universo Sánchez y Carlos Rafael Rodríguez, eran de conocida filiación comunista.
¿Por qué, entonces, el gobierno americano propició la caída violenta de Batista, retirándole todo apoyo militar y diplomático, rechazando categóricamente cualquier gestión nacional que contemplara soluciones pacíficas y políticas a la crisis nacional? ¿Por qué el gobierno americano desconoció las recomendaciones de su propio embajador en La Habana, tácitamente facilitando que Fidel Castro y sus secuaces se apoderaran facilmente del poder en Cuba?
¿Por qué cuando Castro recrudeció la violencia, persecución, crímenes y despojo, no se ofreció ayuda masiva a los primeros grupos de resistencia ciudadana que surgieron en la isla a finales de 1959 y principios del 60?
¿Por qué la absurda invasión a Bahía de Cochinos y la falta de apoyo de las fuerzas armadas americanas?
¿Por qué dejar que Castro se saliera con la suya en la crisis de los cohetes (octubre de 1962), cuando retó por igual a los gobiernos americano y soviético, poniendo en peligro la paz mundial?
¿Por qué involucrarse militarmente en Vietnam para enfrentar la amenaza roja y evitar "la caída en dominó" de los países asiáticos, cuando Cuba comunista, en el traspatio de los Estados Unidos, invadía los paises latinoamericanos, arriesgando una "caída continental en dominó"?
¿Por qué se les permitió a esbirros fidelistas torturar a soldados americanos en Hanoi?
¿Por qué invadir la República Dominicana y no Cuba?
¿Por qué permitirle a Cuba refugiar terroristas de los Panteras Negras americanas, la ETA vasca, el Ejército Republicano Irlandés, los Montoneros de Argentina, los Tupamaros de Uruguay y los Senderistas de Perú; por qué permitirle asilar a mafiosos como Robert Vesco?
¿Por qué permitir que el ejército castrista invadiera Angola y en vez de denunciarlo, calificarlo como "tropa estabilizadora" en palabras textuales de Andrew Jones, embajador ante las Naciones Unidas del gobierno de Jimmy Carter?
¿Por qué permitirle a Castro vaciar las cárceles del peor elemento criminal cubano y enviarlo a Miami a través del puente marítimo del Mariel?
¿Por qué expulsar a los comunistas cubanos de Granada y no de Cuba?
¿Por qué armar ampliamente a los contras de Nicaragua y no a los cubanos combatientes de Miami?
¿Por qué bombardear a Khadaffi y no a Fidel Castro?
¿Por qué Panamá y no Cuba?
¿Por qué permitirle al tirano cubano espías en los Estados Unidos, inclusive dentro del Departamento de Defensa?
¿Por qué se toleró impasiblemente que la fuerza aérea cubana derribara en aguas internacionales dos avionetas indefensas, lo que costó la vida de tres ciudadanos americanos?
¿Por qué Afganistán y no Cuba?
¿Por qué el silencio castrista ante el vertedero talibán en Guantánamo?
¿Por qué Saddam Hussein y no Castro?
¿Por qué Aristide y no el tirano cubano?
¿Por qué diez presidentes americanos --dentro del ancho espectro político washingtoniano-- han permitido que Fidel Castro, un asesino, esclavice por más de 45 años a un país vecino y tradicionalmente amigo de los Estados Unidos?
¿Por qué --según afirma el propio déspota cubano-- el gobierno americano ha intentado asesinarlo cientos de veces? Inconcebiblemente, sin éxito alguno.
Las respuestas pudieran ser largas, complejas y turbias, pero nosotros vamos a simplificarlas. Y desglosaremos profusamente la única explicación lógica al misterio que muchos han tratado de desenmarañar inutilmente:
La existencia y presencia de Fidel Castro en Cuba sirve a los mejores intereses de la nación norteamericana.
Tal vez porque el tirano cubano sea agente de inteligencia, espía o chivato de los Estados Unidos y facilite informes secretos, esenciales a la seguridad nacional del gran país del norte.
1948: Fidel Castro en Bogotá... ¿a las órdenes de la CIA?
Es ampliamente conocido que Fidel Castro mostró tempranas inclinaciones mafiosas desde sus años estudiantiles en Cuba. El chantaje, la violencia, el pistolerismo y hasta el asesinato, como el atentado mortal a Manolo Castro, presidente de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria), fueron la funesta imagen de sus turbulentos años mozos en La Habana de la década del 40. Por eso, no sorprende que en 1948 participara en Colombia del sangriento bogotazo en el que cayera alevosamente asesinado Jorge Eliécer Gaitán, jefe del Partido Liberal colombiano, figura política destacada, de grandes probabilidades presidenciales, a quien funcionarios del Departamento de Estado americano y Edgar J. Hoover, director del FBI (Buró Federal de Investigaciones) habían calificado de izquierdista y acusaban de complicidad con dirigentes comunistas colombianos, continentales e internacionales.
En mensaje secreto de octubre de 1946 --ya desclasificado-- el embajador americano en Bogotá advertía al Secretario de Estado, George Marshall que "Gaitán, hasta entonces demócrata, estaba coqueteando con los comunistas, apoyando la posición del Instituto Cultural Colombo-Soviético que pedía que los Estados Unidos se retiraran del Canal de Panamá".
La acusación se fundaba en la sospecha del presidente colombiano Mariano Ospina que creía que Gaitán y sus seguidores preparaban un golpe de estado tipo trotskista para octubre de 1948.
William Wieland, funcionario del Departamento de Estado americano (posteriormente uno de los principales responsables del distanciamiento oficial de los Estados Unidos con el régimen de Batista) informaba confidencialmente que el abogado de la Sra. Gaitán era un "activo comunista".
Con todos esos antecedentes, llega a Bogotá para asistir a la Novena Conferencia de Secretarios de Estados Panamericanos, a principios de abril de 1948, una delegación de la FEU cubana, en la que participaban Fidel Castro y su buen amigo y compañero de luchas Rafael del Pino.
Según se infiere de un libro publicado en 1994 por Ramón Conte, ex-agente de la CIA y participante de la invasión a Bahía de Cochinos, la agencia contrató a Castro y a Del Pino para asesinar a Gaitán: "el contacto --escribe Conte-- fue Richard Salvatierra, un operativo de inteligencia asignado a la embajada americana en Bogotá". Alejandro fue el nombre que Castro usó como agente secreto; era su segundo nombre. Del Pino, por su parte, veterano de la fuerza aérea yanqui era miembro de la reserva militar norteamericana.
En el año 2001, según reporta la revista colombiana La Semana, Gloria Gaitán, hija del asesinado político colombiano, denunció que un documental mostrado en la Cuba castrista afirmaba que la CIA tuvo participación en el asesinato de su padre. Sin dudas, una maniobra propagandística del régimen cubano tratando de desvirtuar la versión que se propagaba a la sazón en Colombia (al desclasificarse algunos documentos oficiales norteamericanos) sobre la probable participación de Castro y Del Pino en el vil asesinato al político liberal y la posterior revuelta popular que sacudió a Bogotá por varios días.
Según las crónicas de la época, al mediodía del nueve de abril de 1948, Gaitán salió de su oficina en un concurrido barrio central de la capital colombiana, cuando se le acercó, pistola en mano, un individuo de siniestro aspecto que le disparó tres veces por la espalda; el atacante salió huyendo perseguido por una airada turba que comenzó a golpearlo salvajemente hasta darle muerte pocas cuadras después. Cuentan que el individuo imploraba: "no me maten que yo no soy el asesino", Un sospechoso, según testigos, estuvo toda la mañana esperando frente a la oficina del político, pero el cadáver que se identificó dactilarmente como Juan Roa, llegó tan destrozado a la morgue, que el general Sánchez Amaya, director del ejército colombiano, declaró que el cadáver estaba hecho una masa sanguinolienta lo que hacía imposible verificar si el occiso era el mismo individuo que se había visto toda la mañana acechando el edificio donde se hallaba la oficina de Gaitán.
En los días siguientes al asesinato se produjeron tantos saqueos y motines populares en Bogotá (ver foto abajo) que los investigadores policiacos no pudieron encontrar pistas que sirvieran para resolver dedinitivamente el misterioso asesinato. Los disturbios, según la policía bogotana, fueron dirigidos por Fidel Castro y Rafael del Pino a quienes muchos vieron por las calles portando rifles y dirigiendo la revuelta. Con fuertes sospechas de que también ambos estudiantes cubanos pudieran estar involucrados en el crimen, la policía fue a detenerlos al hotel en que se hospedaban sin encontrarlos, pero se incautaron de documentos, que aunque nunca hicieron públicos a la prensa, dijeron que "algunos habían sido escritos en tinta invisible."
Huyendo de las autoridades, Castro y Del Pino se refugiaron en la embajada cubana en Bogotá, cuyo representante, Guillermo Belt era un destacado diplomático conservador, pro-americano, altamente apreciado en las esferas políticas y militares de Washington. Como en Colombia se habían suspendido todos los vuelos comerciales, Belt facilitó que Castro y Del Pino huyeran del país en un avión privado convenientemente fletado con premura por una compañía americana que se dedicaba a envíos y transporte. Al llegar a La Habana, Castro declaró a la prensa cubana que "se habían fugado del convulsionado país sudamericanio por cuenta propia usando nombres ficticios". El suyo: Alejandro.
Ya salvo en Cuba, Fidel Castro y Rafael Del Pino se afiliaron al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) dentro del cual --escribe Ramón Conte-- sirvieron p0r algún tiempo de espías para la inteligencia americana que calificaba a algunos dirigentes del partido de Eduardo Chibás como agitadores "rosados". Según fuentes fidedignas el líder ortodoxo despreciaba a Fidel Castro, en quien nunca confió.
Casi inmediatamente después del triunfo fidelista en 1959, Del Pino comenzó a conspirar contra la revolución, fue detenido, interrogado personalmente por Castro y condenado a 30 años de prisión. Philip Bonsal, entonces embajador americamo en La Habana, comunicó al Departamento de Estado que estaba muy "preocupado" con la captura de Del Pino, quien sirvió su encarcelamiento incomunicado y murió tras las rejas en 1977, según se denunció, asesinado por órdenes directas de Fidel Castro.
Eran aquéllos, tiempos cruciales en la relaciones soviético-cubana; los rusos aportaban a Castro cientos de millones de dólares anuales, no sólo tratando de remendar la descalabrada economía de la isla, sino también subvencionando las aventuras fidelistas en Africa y América Latina. Si alguien sabía secretos que podían desenmascarar al verdadero Castro era Del Pino; su muerte llegaba oportuna, en momentos críticos que precedieron a fundamentales revisiones en el Kremlin, a creciente descontento de la población cubana y a un cambio drástico en Washington de estrategias globales.
1959: Castro derroca a Batista: ¿cipayismo versus cipayismo?
Eduardo Chibás fue en Cuba uno de esos políticos seudo-revolucionarios al estilo de Haya de la Torre en Perú, que si hubiera gobernado la isla, poco hubiese logrado, ciertamente no habría terminado con la corrupción administrativa, la vulgar politiquería, las desmedidas ambiciones de poder, la lujuria mercantil, la insolencia elitista, la violencia gangsteril, o la miseria y la ignorancia ciudadanas.
Pero Chibás era un hombre honesto que detestaba a Fidel Castro y a los jóvenes militantes de igual calaña: homicidas, anarquistas, de creencias rentables, que se habían infiltrado en su Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Y desconfiaba profundamente de ellos. Por eso como espía, Castro encontró grandes dificultades dentro de los predios chibasistas, y aunque trató repetidamente de vender confidencias sobre figuras que no eran bien vistas en las altas esferas de la inteligencia washingtoniana, no le creyeron, porque mientras alardeaba de su militancia ortodoxa, enamoraba a una joven de familia batistiana y cobraba como botellero del gobierno de Carlos Prío Socarrás (1948-52). (Su amigo y compinche, Rafael del Pino, había recibido generosas asignaciones de la Renta de la Lotería y Castro fue uno de los beneficiarios). Además, ya los Estados Unidos tenían en Fulgencio Batista un aliado que podría en cualquier momento preciso, atajar las debilidades políticas del presidente Prío, al que Washington consideraba incapaz de enfrentar el gatillo alegre de los sangrientos revolucionarios de la época, contrarrestar una posible insurrección roja en Cuba, o detener electoralmente el avance vertiginoso de las fuerzas reformistas, inexpertas y potencialmente caóticas de Eddy Chibás.
Entonces, Fidel Castro se agazapó convenientemente, se hizo agente "dormido" y aunque trató de vender simples chivaterías al golpista Batista después del 10 de marzo de 1952, cuando no pudo, planificó el cruento ataque al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba (26 de julio de 1953), que lo lanzó a prominencias nacionales y continentales, e hizo más atractivos, noticiosos y costosos sus posibles servicios futuros de espionaje.
Con razón, los servicios de inteligencia yanqui comenzaron a registrar de nuevo en sus siniestros cuadernos de bitácora, los pasos del nuevo líder y la útil colaboración que en los años por venir, un individuo de tal ralea pudiera rendirles desde el poder isleño.
Fidel Castro, astuto de nacimiento (ciertamente su única cualidad), siguió haciéndose el dormido, comprendía que su mejor momento de chivato vendría después. En el llano pragmático, no en la sierra romántica. De todas maneras, por aquellos tiempos, latinoamérica, con la excepción de la Argentina de Perón, era fielmente pro-americana, temía al macarthismo que todavía no había sido totalmente desprestigiado y presentía que la guerra fría se calentaría aún más. Sobraban, además, los confidentes regionales que servían por igual a dos amos. Pensaba Castro, acertadamente, que sus servicios de espionaje, serían de sumo valor al conquistar revolucionariamente la pasión de un pueblo tropicalmente cándido que detestaba a un régimen incapaz de contener el avance de los rebeldes en la montaña y de los terroristas en la ciudad.
Recolectaba algún dinero el revolucionario cubano en los Estados Unidos y empezaba a entrenarse en la selvas del este mexicano. En noviembre de 1956 desembarcaba en Oriente, Cuba. Parecía una aventura idílica, un sueño imposible, quijotesco, un esfuerzo titánico. Sin que nadie, jamás, se haya preguntado como se financió tan costosa invasión, tan bien planificada, tan efectiva que ninguno de sus líderes pereció en combate, ni al principio, ni al final. Lázaro Cárdenas había sido el mentor mexicano, pero no el financista, pues aunque rosado, anti-americano y amigo de Castro, se sabe que el ex-presidente azteca no quiso compartir peculado con el revoltoso cubano de incierto futuro. ¿Quién, entonces, estaba detrás del desembarco en las montañas orientales, acaso el mismo Eisnhower que en julio de ese año, en la Conferencia de Presidentes celebrada en Panamá había declarado desenfadadamente que "los gobiernos eran creados por los hombres para servir y no esclavizar" mientras Rafael Leónidas Trujillo, desde su trono dominicano, seguía aterrorizando a su pueblo?
Casi inmediatamente después del desembarco rebelde, la eficaz propaganda yanqui empezó a favorecer la causa fidelista, pintando a Batista como un lucifer, corrupto, brutal, en asociación diabólica con pérfidos mafiosos americanos. La prensa norteña reportaba casi diariamente que todos los funcionarios del gobierno batistiano, sin excepción, robaban al erario público, que los gángsters de Nevada dirigían la represión ciudadana, que las fuerzas armadas cubanas torturaban a mujeres y niños, que en el palacio presidencial se practicaba la brujería, que La Habana era el prostíbulo del mundo y el trampolín de cocaína para las calles de Chicago y Nueva York. Ante tal deleznable deterioro político y social, se arguía, era absolutamente necesaria una violenta revolución en Cuba. ¿Y quién mejor, propugnaba Herbert Matthews, periodista estrella del New York Times, que el romántico demócrata de la Sierra Maestra, el moderno Robin Hood de las Antillas, para redimir seráficamente la isla de tanto crimen y corrupción?
Matthews omitía convenientemente en sus reportajes el bagaje criminal y turbio de Fidel Castro y los antecedentes matarifes y comunistoides de destacados revolucionarios como el Che, Bayo, Raúl Castro, Universo Sánchez y Carlos Rafael Rodríguez. Y no mencionaba el afán fidelista de desprestigiar a otros grupos combatientes como la Organización Auténtica de Aureliano Sánchez Arango, el Segundo Frente del Escambray de Eloy Gutierrez Menoyo y la Federación Estudiantil Universitaria de José Antonio Echevarría, activos movimientos lugareños, sin aparente contacto con ninguna potencia extranjera.
Claro, escribía Matthews algo cierto, que los verdaderos patrocinadores del movimiento revolucionario no eran en realidad el explotado obrero, ni el ignorado campesino, sino prominentes cubanos, ricos, conservadores, pro-americanos, como Pepín Bosch, presidente de la firma Bacardí; Miguel Angel Quevedo, director de la Revista Bohemia; Jorge Mañach, destacado intelectual; Manuel Urrutía, magistrado: José Miró Cardona, presidente del Colegio de Abogados; Roberto Agramonte, profesor, candidato presidencial, sucesor de Chibás. Y en el órden interamericano, admiradas figuras continentales como José Figueres de Costa Rica, Rómulo Betancourt de Venezuela y Luis Muñoz Marín de Puerto Rico. ¿Cómo podía ser comunista, argumentaban Matthews y muchos otros simpatizantes en los Estados Unidos, una revolución que tuviera tal apoyo de probados demócratas?
Pero además, si la revolución era comunista, ¿por qué no una denuncia oficial norteamericana en tiempos turbulentos de espionaje y guerra fría? En la conferencia de Panamá, Batista había denunciado la amenaza roja para Cuba, Eisenhower se limitó a sonreir. Y se encogió de hombros.
Aparentemente, ya Fidel Castro era atractivo para los servicios de inteligencia yanqui, que aunque muchas veces luzcan ingenuos, desorientados, ineptos, absurdos, siempre, al final, aciertan, logran su propósito que no es otro que el de garantizar la supervivencia de la gran nación americana. A pesar de todo, de terrorismo, de subversión, de guerra, la inteligencia estadounidense sigue siendo la más efectiva del mundo, y éste el país más rico, libre y demócrata de la historia.
Pues bien, se corroboró lo que se había especulado, que ante la potencialidad de un triunfo revolucionario en Cuba, el líder barbudo podría ser útil a los intereses americanos en cuestiones de espionaje internacional. Si como estudiante, como bergante, como político, como revolucionario había servido bien, como gobernante podría ser espectacular espiando entre otros gobernantes del mundo.
Los durmientes a veces tienen el sueño liviano, sirven a corto plazo, en cuestiones ligeras; otros dormidos, sin embargo, de pesado sueño, demoran en despertar, pero cuando abren los ojos, resultan extremadamente utiles. Metáfora caprichosamente injertada aquí, para desestresar la emotiva cuestión, porque...
Earl T. Smith, embajador americano en Cuba durante los dos últimos años del gobierno de Batista, llegó a la isla con precisas instrucciones de propiciar la salida del general marcista del poder; sin embargo a los pocos meses de su misión, de entrevistarse con cientos de cubanos de todo origen y entender cabalmente como se había desvirtuado la crisis nacional, Smith llegó a la conclusión que era más inteligente, más sensato, buscar una salida alterna, no-revolucionaria, a Batista, una solución política, pacífica, neutral, utilizando para ello a líderes honestos e íntegros del gobierno y de la oposición, cuyo mayor interés era servir al país y evitar una revolución caótica que desatara una debacle institucional. Y así se lo informó a su Departamento de Estado.
Inutilmente. Ya para entonces en Washington se estaba jugando la baraja Castro. Ciegamente. O como el tuerto...
Hasta el presente, el americano promedio elucubra sobre la intervención de la CIA en cuestiones cubanas, pasadas y actuales. En la página internética www.anagramgenius.com, un participante Joe Fathallah escribe un anagrama con las letras del nombre Fulgencio Batista (gun battle is of CIA). La batalla armada es de la CIA. Y William Tunstall-Pedoe, escribe con las letras del nombre Fidel Castro el anagrama (docile farts). Pedos dóciles.
Porque la realidad es que aún aquéllos que achacan a Batista toda la responsabilidad de la llegada de Fidel Castro al poder, no pueden explicar que si el general era comunista (como algunos argüyen) ¿por qué, entonces, no pactar con el comunista Castro, compartir el poder?
¿No sería más lógico pensar que Batista, cipayo americano (como otros argüyen) le dejara el poder a alguien que en su momento pudiera servir los mejores intereses de su amo imperial del norte? ¿Otro cipayo?
1959-1961: Fidel Castro... ¿preparándoles la cama a los comunistas?
Es realmente significativo que una de los primeros asesinatos por fusilamientos que se llevaron a cabo durante aquel horripilante baño de sangre que se desató en Cuba después del primero de enero de 1959, fuera el del teniente José Castaño Quevedo, segundo jefe del BRAC (Buro de Represión a las Actividades Comunistas) durante el gobierno de Batista. Castaño había sido entrenado por los servicios de inteligencia americanos en labores de detección, infiltración y espionaje y era el responsable en la isla de mantener actualizadas las fichas policiacas de connotados comunistas y terroristas revolucionarios. En cuanto entraron a La Habana las fuerzas rebeldes, el Che Guevara inmediatamente envió un comando especial a capturar a Castaño Quevedo y confiscar todos sus archivos. El teniente fue internado en una celda aislada de La Cabaña, instalación militar capitalina, juzgado sumariamente en marzo y fusilado horas después del juicio. Pocos días antes, la embajada de los Estados Unidos en Cuba había pedido al gobierno revolucionario clemencia para Castaño, pero aparentemente el ex-funcionatrio del BRAC sabía demasiado, tal vez tenía pruebas fehacientes de las estrechas relaciones entre Fidel Castro y los servicios de inteligencia americanos.
El 17 de enero de 1959, ante la tumba de Chibás, Castro había anunciado públicamente que fusilaría a cientos de militares y personeros del régimen batistiano. Nada de tribunales establecidos, de justicia promulgada, de leyes vigentes; el comandante rebelde exclamó: "los vamos a matar". La prensa nacional de México, por citar a la más notoria, condenó acerbamente al "barbón cubano" por la vesania criminal que había desatado en la isla contra militares vencidos y rendidos; en Oriente, Raúl Castro ejecutaba sumariamente a 73 soldados; Cornelio Rojas, jefe de la policía de Santa Clara, era fusilado públicamente en medio de una céntrica calle de su ciudad; el coronel Armando Suárez Suquet era ejecutado en estado de coma; el magistrado Arístides Pérez Abreu era fusilado sin apelación en Pinar del Río; el comandante Jesús Sosa Blanco era sometido a un circense juicio público y ejecutado con expediencia y así caían asesinados en los primeros ocho meses de revolución cerca de mil cubanos asociados con el gobierno de Batista y sin embargo, la embajada americana, a través de su ataché militar, sólo pedía clemencia para Castaño Quevedo, el espía que todo lo sabía.
Uno de los primeros intentos invasores para derrocar a Fidel Castro se produjo en Trinidad en agosto de 1959 cuando un grupo de cubanos que alegadamente estaban financiados por Rafael Leónidas Trujillo y dirigidos por Eloy Gutierrez Menoyo, líder rebelde del Segundo Frente del Escambray durante la lucha revolucionaria, a quien Victor Dreke, combatiente fidelista de las guerras africanas, acusa tácitamente en un reciente libro publicado en Cuba, de ser agente de la CIA. La invasión, se dice, fracasó porque Gutierrez Menoyo la denunció a Castro. Si ambas acusaciones son ciertas, la lógica entonces nos indica que Menoyo, agente americano, facilitó a Castro, también agente americano, su primer triunfo consolidativo en Cuba. El encarcelamiento y fusilamiento de los expedicionarios de Trinidad fue una gran "victoria" para el líder barbudo que ya empezaba a "denunciar" vehementemente que el imperio del norte quería estrangular la gloriosa revolución cubana.
La retórica anti-americana de Fidel Castro se espesó aún más, cual densa cortina de humo. Durante todo el año 1960, paralelo a las confiscaciones de grandes propiedades norteamericanas en la isla, Castro acusaba repetidamente a los Estados Unidos de explotadores, fascistas, militaristas, guerreros y vociferaba continuamente en la plaza pública, por radio y televisión que "los imperialistas piensan que pueden comprar a cualquiera", "siempre andan buscando a alguien que se quiera vender", "los revolucionarios haremos lo que la patria nos exija" y afirmaba convenientemente que seguiría el aforismo martiano de "hacer en cada momento lo que cada momento requiera", pues mientras bramaba "el imperio nos odia", "los Estados Unidos es un país de indigencia moral y social, sin sentido común", "los dos candidatos presidenciales Nixon y Kennedy (foto a la derecha) son unos cobardes hipócritas" al mismo tiempo, incongruentemente, garantizaba un trato respetuoso a todos los americanos en Cuba y prometía no reclamar la base naval de Guantánamo como territorio cubano.
Indudablemente, ya Castro armaba el tingaldo apropiado para
En abril de 1960, ante unas insustanciales revueltas militares venezolanas, ofrecía mil soldados rebeldes, plenamente armados, para apuntalar en el poder a "su hermano" Rómulo Betancourt, proverbial figura política venezolana, fiel amigo de los Estados Unidos, quien posteriormente rompiera relaciones con el gobierno cubano por ingerencias ominosas en los asuntos internos de Venezuela.
En septiembre del mismo año Fidel Castro invitaba a 300 líderes negros americanos a visitar Cuba, "para mostrarles como se hacía una revolución". Eran tiempos en que los Estados Unidos ebullía dentro de una explosiva caldera social, con la mayoría de su población afro-americana reclamando cívicamente la implementación de derechos abrogados por demasiado tiempo, bajo la lideratura del pacifista Martin Luther King; pero al mismo tiempo azuzada por militantes extremistas, anarquistas, comunistoides. que utilizaban la violencia, el asalto, el robo, la subversión y el terrorismo. La situación era grave, el gobierno trataba de prevenir una revolución social que pudiera arrasar con el eficiente sistema democrático del país. Y claro, supuestamente, el revolucionario cubano, "tan anti-imperialista", "tan digno", "tan valeroso", "tan radical", "tan anti-segregacionista", "tan anti-washingtoniano" representaba para los radicales líderes negros americanos una esperanza de apoyo moral, estratégico y monetario. ¿O, acaso, no sería que Castro informaría minuciosan
En diciembre de 1960 Castro estableció íntimos contactos con el camarada Patrice Lumumba, primer ministro de la nueva República del Congo y le ofreció su "incondicional" apoyo revolucionario. Un año después el líder africano era derrocado, encarcelado y ejecutado sumariamente. Al final de 1961 Kwame Nkrumah, presidente socialista de Ghana, visitaba Cuba donde recibía promesa de "total cooperación"; cuatro años después tenía que huir a la comunista Rumanía donde moría a destiempo.
Leer entre líneas los tempranos discursos de Fidel Castro es un ejercicio clarificante; casi al principio de la revolución acusó a la prensa americana de estar vendida a descomunales monopolios comerciales, a gigantes agencias de publicidad, a la CIA y, sin embargo, han sido los grandes periódicos como el New York Times sus más efusivos justificadores desde los tiempos idílicos de la Sierra Maestra. ¿Por qué? ¿No es descabellado pensar que una empresa informativa, cualquiera, independiente, experimentada, exitosa, libre, apoye a alguien que la odie, que la quiera destruir como arrasó con la prensa independiente de su propio país? ¿No es precisamente la gran prensa americana el mejor guardián de la democracia, de las instituciones nacionales, de la libertad ciudadana? ¿Por qué justificar a un monstruo? ¿Por qué?
Se acercaba Bahía de Cochinos. Y Fidel Castro repetía una y otra vez que sabía de antemano los planes invasores. En un discurso pronunciado el 12 de diciembre de 1960, afirmó: "Dispongo de cierto tipo de información que me dice lo que el imperialismo está pensando, van a cometer el error de desembarcar pequeños grupos de hombres desde Guatemala..." Cuatro meses después se producía el desembarco en Girón ¿Guerra avisada?
Si la invasión de Playa Girón se hubiera planificado específicamente para fracasar, no se hubiesen cometido tantos errores. Obvios, estúpidos, repetidos. Pero, la misma gente que planificó Girón fue la gente que desembarcó en Normandía, que plantó la bandera en Iwo Jima, que liberó a Europa, que derrotó al Japón. Entonces, ¿por qué una acción militar tan absurda, tan mal calculada en número de hombres, en monto de respaldo dentro de la isla, en lugar escogido para el desembarco? ¿Por qué cambiar el plan original de infiltración guerrillera a invasión frontal, por qué desplazar a las aguas cubanas poderosas naves de guerra que no iban a retumbar sus cañones, por qué adelantarle a la prensa mundial detalles del ataque, por qué alertar al enemigo bombardeándole bases militares tres días antes del desembarco, por qué negarle cobertura aérea a los que peleaban al descampado, asediados inmisericordemente por los aviones castristas? ¿Por qué... por qué... por qué? Se pueden hacer decenas de preguntas similares, conjeturas, pero ¿no habrá sido Girón, en realidad, la consumación de un siniestro plan concebido desde el principio para solidificar a Castro, para hacerlo aparecer como un gran estratega militar, un brillante líder bélico, guerrero sin par, David frente a un Goliat despreciado en América Latina y en otros rincones del mundo? ¿No era un tipo así el mejor espía, el mejor confidente, el mejor chivato, que un envidiado y desdeñado imperio pudiera tener a su servicio?
Pues mientras la invasión de Bahía de Cochinos fracasaba, el presidente Kennedy jugaba golf en Virginia, Fidel Castro se declaraba marxista-leninista y se desparramaba en elogios a Nikita Kruschev, el último de los carismáticos dictadores soviéticos a quien llamaba "genial, simpático, abuelo bondadoso, de fascinante energía, entusiamo y capacidad de combate; un hombre extraordinario, un líder excepcional".
¿Estaba ya, desde entonces, el barbudo cubano "preparándoles la cama" a los comunistas rusos, porque secretamente --al parecer sin que nadie lo supiera-- les planteaba que almacenaran ojivas nucleares en territorio isleño?
La apocalípsis: el mundo al borde de la debacle atómica, la guerra de los imperios. Y Fidel Castro, el protagonista más importante de la posible devastación terráquea. ¿Tiene ello sentido, el matarife cubano, el tiranuelo de poca monta, el guerrillero sin batallas, poniendo en peligro el futuro de la humanidad? ¿Quién se lo cree?
La Trampa
Nikita Kruschev cayó en la trampa de los cohetes. Ansioso de impresionar al Komitern soviético de su firmeza stalinista y borrar la payasería zapateril mostrada ante las Naciones Unidas, o su ridículo papel de bondadoso visitante a los trigales de Iowa; cuando Fidel Castro le planteó la necesidad de construir en territorio cubano bases nucleares para "defender la revolución contra un ataque imperialista", dudó inicialmente porque ya su enviado especial a La Habana y a Washington en la primavera de 1962, A. Adzhubei, le había informado que Kennedy "no tenía intención alguna de invadir a Cuba, a lo que Castro reaccionó gratamente". Sin embargo, ante la posterior insistencia castrista de que los yanquis eran mentirosos, que se planeaba una inminente invasión a suelo cubano y que "la heroicidad del pueblo no era suficiente para derrotar a los brutales agresores" sino que "también era necesario el apoyo incondicional del poderoso arsenal atómico de la Unión Soviética", el máximo dirigente comunista accedió a la infame petición del tirano barbudo, aunque con ello se pudiera desatar una hecatombe nuclear que costaría la vida a cientos de miles de seres humanos.
Lo que no sabía Kruschev --que Castro sí sabía-- era que en una reunión confidencial de enero de 1962, entre el entonces Secretario de Justicia americano, Robert Kennedy y altos jefes militares del pentágono, se había decidido combatir al déspota cubano "únicamente por medio del aislamiento y desestabilización económica para que se mantuviera ocupado en resolver crisis nacionales dentro de la isla y dejara de inmiscuirse en la política latinoamericana". Dato interesante resulta que durante la misma reunión, Kennedy "se asombraba" de que la comunización cubana había sido más rápida y exitosa que la de los países de Europa oriental; lo que hacía de Fidel Castro el discípulo socialista perfecto, pues aunque había nacido en cuna de oro y recibido formación escolar jesuíta, se declaraba ser un convencido "marxista-leninista". ¿A quién trataba de impresionar el cubano, al gobierno americano que lo sabía criminal, a su propio pueblo que le demostraba una admiración pasional, o al soviético a quien podría utilizar como "buey de oro" con sólo fingir ser un aliado útil y sincero a la causa comunista, en el mismo corazón de América, a noventa millas de los Estados Unidos?
¿A quién, en realidad, ha servido más Castro en su longeva piratería del poder cubano, a los soviéticos que tuvieron que mantenerlo económicamente por casi 30 años o a los Estados Unidos que ridiculizaron al imperio comunista el 29 de octubre de 1962?
La secuencia de acontecimientos alrededor de la crisis de los cohetes, es bien peculiar, sumamente confusa, e indicativa de que Fidel Castro, sagaz, supo que su tercera rentable coyuntura histórica se aproximaba (primera: triunfo revolucionario; segunda: Playa Girón).
Según documentos secretos del régimen cubano, el 24 de octubre, el capitán Pedro Luis (sin apellido) oficial de información del ejército fidelista, le comunicaba a Castro que "por los datos concretos que poseemos, no hay evidencia alguna de agresión inmediata por parte del imperialismo", a lo que el tirano sardónicamente respondía que era muy importante terminar el estado de alerta para reanudar las labores de fumigación, pues las plagas a las cosechas podían hacer más daño que el enemigo.
Y sin embargo, dos días después, el 26 de octubre, Castro denunciaba ante la televisión cubana "una inminente invasión americana" y ordenaba derribar uno de los aviones U-2 que volaba sobre ls isla en misión de reconocimiento, lo que en si, tácitamente, era una declaración de guerra a los Estados Unidos. Aunque nada sucedía.
Pero Kruschev, alarmado por el peligro en ciernes, cablegrafiaba a Castro pidiéndole mesura y recordándole que los aviones espías americanos volaban regularmente sobre Cuba sin ser derribados y éste no era el momento propicio para repelerlos agresivamente pues "ello podría desatar la tercera guerra mundial."
Castro respondía que estaba ordenando inmediatamente evitar otro derribamiento y agradecía a su camarada los esfuerzos por lograr una coexistencia pacífica entre todos los países del mundo, "por lo que reciba usted, camarada Kruschev, mi más profunda admiración."
Al día siguiente, 27 de octubre, Castro ordenaba a su canciller Raúl Roa, negar públicamente que en Cuba hubiese bases nucleares, aunque ya el canciller norteamericano, Adlai Stevenson había mostrado detalladas fotos de los silos operacionales en San Cristóbal, Guanajay y Sagua la Grande.
Y ese mismo día, Castro cablegrafiaba a Kruschev pidiéndole que disparara un mísil nuclear sobre alguna ciudad americana, como "la única forma de evitar la agresión imperialista contra Cuba."
El 29 de octubre, los barcos rusos que viajaban a Cuba con las ojivas nucleares, esquivaban el poderío marítimo de los Estados Unidos que bloque
En el sur de la Florida, miles de soldados americanos aguardaban órdenes de invadir a Cuba y los aviones U-2 volaban constantemente sobre territorio isleño, sin ser molestados.
Fidel Castro se desgañitaba ladrando, pero no mordía. ¿No ha sido siempre su abyecta técnica de gobierno?
Alardeaba de haber obtenido "garantías" de que Cuba no sería invadida por los Estados Unidos, en un pacto no escrito "Kennedy-Kruschev" que por no tener fuerza legal, podría ser ignorado en cualquier momento.
Arthur Schlesinger, asesor del presidente Kennedy, afirmaba que "Kruschev había cometido un error de cálculo peligroso." Y en una reunión de Robert Kennedy con altos oficiales de seguridad norteamericanos se había planteado la necesidad de "usar nuevos e imaginativos medios para librarnos de Castro."
Aparentemente perdía Kruschev y Castro, ganaba Kennedy. ¿De verdad?
Pues, incongruentemente después de la debacle, del cuasi holocausto, Kennedy accedía a pagar el cuantioso rescate que las "cortes judiciales" castristas habían demandado para liberar de la cárcel a los expedicionarios de Bahía de Cochinos.
En marzo de 1963, Fidel Castro viajaba a Rusia a "conversar" con Kruschev y declaraba que "las relaciones entre la Unión Soviética y Cuba eran cercanas, tan fraternalmente sólidas que nada así jamás había sucedido antes en la historia del mundo." Sin mencionar, por supuesto, que los soviéticos lo ignoraron en las negociaciones durante la crisis de los cohetes.
En conferencia televisiva de junio 5 de 1963, Castro empleó cuatro horas en describir minuciosamente su visita a los predios comunistas rusos, elogiando a su pueblo, su sistema, su patriotismo, sus líderes y sin embargo en interminables peroratas por ciudades soviéticas, Castro dejó entrever sus verdaderas intenciones cuando afirmó: "los cientos de jóvenes cubanos que estudian en Rusia son centinelas de la revolución" ¿Chivatos?
Y dijo que todo lo que veía, equipos de guerra, agrícolas, experimentos termo-nucleares, fábricas de aviones, carros y camiones, muelles de portaviones y bases submarinas, lo iba anotando en un pequeño libro para que no se le olvidara después describir en detalles el formidable adelanto industrial del mundo comunista. "Me he familiarizado --declaró Castro-- con la poderosa maquinaria militar del campo socialista".
Fue tan eficaz en alardear su conversión marxista-leninista, que le otorgaron la Medalla de Héroe Soviético. Lo que aprovechó para pedirle a Kruschev sustancial ayuda económica que "salvará la revolución cubana, que siempre será fiel a los principios comunistas". Y para comenzar pidió 2000 tractores y aunque sólo le dieron 1500, con ello empezó para Cuba un exorbitante subsidio permanente que desangró la economía soviética y contribuyó fundamentalmente a su desmoronamiento. El chantaje castrista fue efectivo. Démosle crédito al tirano cubano. Cobraba con las dos manos.
En su conferencia televisiva Castro, ademas, afirmó que Cuba estaba segura que "jamás habría una invasión americana a la isla", mientras grupos exiliados se infiltraban constantemente en la isla introduciendo toneladas de armas para una esperada sublevación popular. Inefectivo, pues "extrañamente" los cargamentos eran siempre "descubiertos" por los fidelistas a los pocos días de llegar a suelo cubano.
Y concluía Castro su conferencia de principios de 1963, diciendo: "estamos dispuestos a normalizar las relaciones diplomáticas con los Estados Unmo contra nosotros, pero la Unión Soviética nos defenderá, cueste lo que cueste."
La cama estaba hecha. La trampa. Los soviéticos pagaron bien caro la confianza en un traidor. De pícara monta. Nikita Kruschev fue destituído en 1964 y murió en 1971 sin pena, ni gloria. Olvidado y despreciado por sus propios camaradas.
Fidel Castro: ¿Asesino de Kennedy y del Che?
John F. Kennedy sabría o no que Fidel Castro vendía secretos al "imperio", cuya política fundamental siempre ha sido la supervivencia, pero en el orden personal despreciaba profundamente al déspota cubano, a quien consideraba un abominable dictador que reprimía brutalmente a un pueblo que todavía lo idolatraba, aunque discrepara de sus métodos de gobierno.
Por eso no extraña que cuando el popular presidente americano fuera baleado mortalmente en Dallas, Texas, aquel infausto 22 de noviembre de 1963, Castro fuese uno de los primeros sospechosos del alevoso crimen. El acusado directo, Lee Harvey Oswald, era simpatizante comunista, militaba en la organización "Trato Justo para Cuba", estaba casado con una rusa, había vivido en Moscú y pocos días antes del asesinato, había visitado la embajada sovética en Ciudad Mexico "pidiendo una visa para visitar la isla fidelista".
En declaraciones a la policía y al servicio secreto, inmediatamente después del asesinato, Oswald dijo que "apoyaba la revolución cubana y consideraba a los exiliados sus enemigos." Además, Fidel Castro repetía entre sus íntimos que "Kennedy tendría que pagar sus crímenes por Bahía de Cochinos y la Crisis de los Cohetes." En un discurso público de enero de 1963, el tirano cubano bramaba que "Kennedy degradaba el cargo que ocupaba" y que él "lo odiaba pues le había garantizado a la Brigada 2506 en Miami, que le devolvería la bandera cubana en una Habana libre." "Eso es una amenaza del presidente imperialista que no puedo tolerar" se desgañitaba gritando Castro, once meses antes del asesinato.
Hasta el mismo Lyndon Johnson en su autobiografía relató que durante su lúgubre viaje a Washington para tomar posesión del cargo presidencial, se preguntó cien veces si Fidel Castro no era en realidad el asesino intelectual de Kennedy.
Ciertamente todo indicaba que Castro, utilizando a Oswald y a otros sicarios, estaba comprometido hasta la saciedad en el infame crimen. Hasta los mismos que achacan a la CIA estar detrás del hecho, piensan que Fidel Castro, como doble agente, tuvo participación importante en la tragedia de Dallas.
Pero, sin embargo, a pesar de todas las pruebas en contra del déspota cubano, en los 26 volúmenes publicados por la Comisión Warren que investigó "exhaustivamente" el asesinato presidencial, no aparece mención alguna a la posible o probable complicidad de Fidel Castro en el sangriento acontecimiento. ¿Qué peculiar, verdad?
Aunque durante el gobierno de Lyndon Johnson se intensificaron las acciones secretas contra Cuba, infiltrando comandos de asalto que supuestamente diezmarían las tropas revolucionarias armando a insurrectos, haciendo sabotajes a la infaestructura isleña y realizando atentados personales, la realidad es que ningún alto oficial fidelista ha sido jamás ejecutado por los "contra-revolucionarios" y a pesar del embargo económico y la "rebeldia" popular, el oprobioso régimen fidelista nunca ha sido desestabilizado al punto de su derrocamiento, ni siquiera de enfrentar una grave crisis de sostenimiento. Aún cuando denunciaba "una inminente agresión imperialista" Castro se daba el lujo de viajar por el mundo y de incoar actos subversivos contra gobiernos legales de Asia, Africa y Latinoamérica.
Es más, en octubre de 1965, Johnson le regaló a Fidel Castro la fuga de Camarioca (puerto central en Matanzas, Cuba) por donde emigraron hacia los Estados Unidos decenas de miles de cubanos, ante la complacencia de un tirano que se podía librar, sin violencia ni represion, sin fusilar o atiborrar cárceles, de cuanto ciudadano se sintiera descontento o afectado por sus radicales medidas revolucionarias de cuestionable corte comunista. A ese efecto, inmediatamente, Castro facilitó dos aviones diarios para transportar cubanos al "imperialismo" sin costo alguno. Generosidad apabullante con quienes calificaba de "gusanos".
¿Pudiéramos imaginarnos cuántos dictadores de América Latina se hubieran perpetuado en el poder si los Estados Unidos les hubiesen aceptado recibir en su suelo libre y generoso al enemigo, opositor, disidente o derelicto social que quisiera abandonar el país? Todavía tendríamos en el poder a Perón, a Trujillo, a Noriega.
Claro, todo tiene su precio. Y muchos dictadores latinoamericanos, aunque despreciables, no volaron tan bajo como Castro, quien vendía "favores" a la CIA, incluyendo la entrega de su compinche el Che Guevara. (Foto de ambos a la derecha)
A diferencia de Fidel Castro, burgués aprovechado, que nunca ha disparado un tiro en combate, el Che era un convencido revolucionario. Criminal, vil, valiente, osado, implacable, fanático, doctrinal, siempre fue para el tirano un enemigo en potencia. Un rival revolucionario con proyección internacional, quien dada su popularidad en los ámbitos más radicales de Cuba y del continente, podría en algún punto, representarle al déspota cubano un serio problema de mando, de orientación gubernamental, o tal vez llegar a descubrir sus siniestras conexiones con organizaciones de inteligencia norteamericanas.
Aquí no relataremos las muy conocidas aventuras del Che, sólo digamos que de su periplo por Africa y su llegada a Bolivia, el gobierno de los Estados Unidos estaba plenamente informado. En documentos secretos de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, ya desclasificados, se consigna que:
En octubre de 1965 (a raíz de Camarioca), Castro había denunciado el fracaso económico bajo la égida del Che en Cuba y se oponía a sus planes de exportar la dinámica revolucionaria a latinoamérica y Africa, en vez de concentrarse en un mejor trabajo por el régimen isleño.
A fines de 1966, el Che arriba a Bolivia, portando innumerables documentos falsos, todos elaborados en Cuba.
En abril de 1967 un contingente de 16 Boinas Verdes americanos es despachado urgentemente a Bolivia para entrenar las tropas que buscarían al Che por las impenetrables montañas andinas.
En junio de 1967 Kosygin, el primer ministro soviético, acusa a Fidel Castro de haber enviado al Che a Bolivia, sin informárselo al partido comunista local.
En agosto de 1967, justificándose, Castro acusa a la Unión Soviética de "haber traicionado su legado revolucionario, negando apoyo a los movimientos facciososo de latinoamérica".
Poco después llegan a La Paz, Bolivia, dos agentes cubano-americanos de la CIA con instrucciones específicas para la captura del Che, quien es apresado el 8 de octubre y ejecutado en su celda al día siguiente. (Foto arriba)
El 11 de octubre de 1967, Walter Rostow, asesor presidencial americano, le escribe un memo a Johnson: "La muerte del Che Guevara tendrá consecuencias importantes, pues el final de este revolucionario agresivo, romántico, desalentará a los movimientos revolucionarios de América Latina que tratan de derrocar a sus gobiernos por medios violentos."
Cínicamente, Fidel Castro declaraba en La Habana que la vida del Che había sido "una gloriosa página de la historia revolucionaria" cuando en realidad nadie se beneficiaba más de la muerte (a la derecha, foto de los restos de Guevara enterrados en Las Villas, Cuba) del esbirro argentino-cubano: el déspota se libraba de un peligroso retador, se ganaba un mártir al estilo "Camilo" y le probaba a sus amos que su "colaboración" en los años por venir podría ser de significativo valor pues si pudo entregar al Che a pesar de todo su "prestigio revolucionario", podría hacer cualquier cosa que le conviniera al "imperio". Así ha sido. Continuaremos... Reply to author

Serie del Crimen Organizado. Capítulo XIV: La conexion cubana

Tomado de http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20070808/pags/20070808154956.html

La conexión cubana
Enfrentado en los ’80 a una crisis económica creciente por el embargo de Estados Unidos y el distanciamiento del Kremlin, Fidel Castro decidió crear una estructura secreta que consiguiera divisas. Así nació en 1979 la Corporación de Exportaciones e Importaciones (Cimex), luego reemplazada por el Departamento de Moneda Convertible (MC), dependiente del Ministerio del Interior y cuyo jefe operativo era el coronel Tony de la Guardia.


El 13 de julio de 1989, en medio de la incredulidad de los cubanos, fueron fusilados en La Habana el general Arnaldo Ochoa, el coronel Antonio de la Guardia, el mayor Amado Padrón Trujillo y el capitán Jorge Martínez Valdés. En las semanas siguientes fue destituido el ministro del Interior, el general José Abrantes, quien poco después murió en la cárcel en extrañas circunstancias. Fue uno de los momentos más difíciles y oscuros vividos por los hermanos Fidel y Raúl Castro desde el inicio de la revolución en 1959.
La permanente guerra de propaganda entre los partidarios y detractores del régimen castrista ha hecho imposible precisar las verdaderas razones que condujeron a ese desenlace. Algunos sostienen que la ejecución y la posterior razzia en el Gobierno y en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) tuvieron como propósito segar las raíces de una posible rebelión contra los hermanos Castro. Otros afirman que fue el costo que Fidel debió pagar para impedir que su Gobierno fuera sindicado como uno de los actores principales en el tráfico de drogas hacia Estados Unidos. Y los menos creen que los acusados eran los responsables de la corrupción que comenzaba a invadir la isla.
El escenario mundial de aquel momento era un dato relevante. El sindicato Solidaridad había ganado las primeras elecciones libres en Polonia el 4 de junio de 1989; Hungría se preparaba para comicios libres; 100 mil mineros siberianos estaban en una huelga indefinida; millones de soviéticos exigían autonomía desde el Báltico hasta Georgia; los primeros martillos empezaban a golpear el muro de Berlín y la URSS se convulsionaba con la glasnost y la perestroika .
Enfrentado en los 80 a una crisis económica creciente por el embargo de Estados Unidos y el distanciamiento del Kremlin, Fidel Castro había decidido crear una estructura secreta que consiguiera divisas. Así nació en 1979 la Corporación de Exportaciones e Importaciones (Cimex), luego reemplazada por el Departamento de Moneda Convertible (MC), dependiente del Ministerio del Interior, que dirigía el general Abrantes.
El control de MC fue encomendado a uno de los mejores cuadros de la nomenclatura cubana, el coronel Antonio Tony de la Guardia, regalón de Fidel desde los años 60 y considerado un verdadero James Bond de la revolución. En la hoja de vida de Tony brillaban las proezas: en 1971 había sido enviado a cargo de tropas especiales para asesorar al Presidente Salvador Allende; en 1973 viajó a Madrid para secuestrar a Fulgencio Batista, que murió la misma noche en que De la Guardia aterrizaba en España; en 1975 llegó a Suiza con 60 millones de dólares que los Montoneros argentinos consiguieron con el secuestro de los industriales Jorge y Juan Born; poco después comercializó piedras preciosas robadas por el Frente Democrático Popular de Palestina; en 1976 asesoró al nuevo Gobierno de Jamaica, y en 1978 aterrizó en Nicaragua para llevar armas al Frente Sur de los sandinistas que dirigía Edén Pastora, donde combatían decenas de comunistas chilenos.
En 1986, De la Guardia instaló las bases de MC en Panamá, bajo la dirección del mayor Amado Padrón. Allí contrató lancheros para llevar las mercaderías prohibidas a Cuba muchos de ellos transportistas de drogas y empleó a lavadores de dinero para encubrir a sus socios en Estados Unidos.
Por entonces, La Habana permitía el tránsito de aviones con droga y la siembra en el mar de paquetes con polvo blanco que eran recogidos por lanchas de alta velocidad para llevarlos a Florida. A cambio se les pedía que de vuelta llevaran armas para las guerrillas que el Departamento América del Partido Comunista Cubano (PCC), dirigido por Miguel Barbarroja Piñeyro, alentaba en América Latina.
De la Guardia cumplió la tarea durante más de diez años y en ella comprometió a empresarios de diversas nacionalidades, incluidos varios chilenos.
Bromas al número uno
Ahora, en 1989, a los 50 años, vivía en Siboney, uno de los barrios más cuidados de La Habana, vestía jeans de marcas estadounidenses, usaba un Rolex, pintaba motivos na f, llevaba a cuestas tres matrimonios y disfrutaba cada día de una reserva en primera fila en el cabaret Tropicana. Tenía también acceso expedito a Fidel y era uno de los pocos que se atrevía a inferirle bromas pesadas al número uno , como él le decía al líder indiscutido de la revolución.
A mediados de junio de 1986 llegó a las oficinas de MC en Ciudad de Panamá un cubano exiliado llamado Reinaldo Ruiz. Tenía una agencia de viajes que vendía visas a sus compatriotas de la isla a dos mil 500 dólares cada una, negocio que proveía de divisas a La Habana y a los bolsillos de Manuel Noriega, el hombre fuerte del país del istmo. Ruiz era primo del encargado de Interconsult, la empresa chapa de MC, Miguel Ruiz Poo. El agente de MC le pidió varios computadores IBM y dos decodificadores, que servían para bajar del aire las señales de TV cable.
A los pocos días, los primos estaban planificando nuevos negocios. Reinaldo estaba casado con una colombiana que conocía a Gustavo Gaviria, primo de Pablo Escobar, el jefe del cartel de Medellín, y su principal asesor financiero.
El trato pareció obvio: Ruiz podía transportar cocaína a Estados Unidos a través de Cuba. Sólo necesitaba de algunas facilidades y las ganancias serían suculentas para todos. En los días siguientes se encontró en La Habana explicando su plan a Tony de la Guardia, quien lo aprobó y le garantizó que todo estaría bajo control.
Fue en Panamá, hacia fines de 1986, donde el ayudante de campo del general Arnaldo Ochoa, el capitán Jorge Martínez Valdés, estableció el contacto que le daría una nueva dimensión al negocio. Era el colombiano Fabel Pareja, empleado de Pablo Escobar, quien le puso al día sobre las actividades de Tony y le propuso una entrevista con el jefe del cartel de Medellín.
La idea tardaría meses en concretarse, pues Martínez requeriría autorización del general Ochoa, en ese momento al frente de las tropas cubanas y soviéticas en Angola. Conseguido el permiso, el capitán obtuvo del MC un pasaporte falso a nombre de un ciudadano colombiano para viajar a Medellín en mayo de 1988 y entrevistarse por fin con Escobar. Acordaron el despacho de cocaína a Estados Unidos a través de Cuba a cambio del pago a los cubanos de 1.200 dólares por kilo de droga.
Se registraron varios envíos, unos frustrados y otros consumados, hasta diciembre de 1988, cuando el general Ochoa regresó a La Habana desde África para un nuevo mando: la comandancia del poderoso Ejército de Occidente, que incluía La Habana.
Arnaldo Ochoa era considerado el tercer hombre de Cuba, tras Fidel y Raúl Castro. Era uno de los grandes héroes militares de la revolución, un prestigiado combatiente que se había destacado en las guerras de Nicaragua, Etiopía y Angola, hijo de un matrimonio campesino, forjado a pulso desde los tiempos de los combates en la Sierra Maestra, muy querido por la oficialidad y por el pueblo.
El tercer componente del triángulo era el ministro del Interior y jefe de los servicios de inteligencia, José Pepe Abrantes, considerado como la persona más allegada a Fidel. Solían desayunar juntos y Abrantes llevaba siempre consigo los medicamentos que tomaba el comandante.
La pugna de los colosos
Raúl Castro desconfiaba de Abrantes y de las fuerzas que dependían del Ministerio del Interior (Minint). El hermano de Fidel, a cargo del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), consideraba que el primero era demasiado grande, exageradamente poderoso, corrupto y cada vez más infiltrado por la inteligencia norteamericana.
El Minfar de Raúl Castro, con 300 mil integrantes, totalizaba 1,7 millones de hombres y mujeres si se le agregaban las milicias civiles. Estaba a cargo del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. El Minint, en tanto, agrupaba a 83 mil miembros, y controlaba la Policía Nacional, el Departamento de Seguridad del Estado, las Tropas Especiales, el Servicio de Guardafronteras y los Bomberos. Las Fuerzas Armadas eran responsables de la defensa; el Ministerio del Interior, de la aplicación de la ley y del contraespionaje.
Raúl Castro consideraba que el Minint se había transformado en un ejército paralelo, con cientos de agentes en el exterior, actividades que les proporcionaban dólares a manos llenas y un nivel de vida en Cuba que nadie más tenía. Y el MC era el organismo con mayor autonomía en el ministerio, que le proporcionaba a Pepe Abrantes recursos enormes para gratificar a sus amigos y colaboradores. A comienzos de 1989 había gastado más de cuatro millones de dólares en la importación de 1.300 automóviles Lada que distribuyó entre sus hombres de confianza. Eso, al jefe del Minfar le resultaba cada vez más intolerable.
Uno de los pilotos que trasladaban cocaína desde Colombia a La Habana era informante de la agencia antidrogas estadounidense, DEA, y en 1988 un vasto grupo de agentes norteamericanos de diversos organismos seguía de cerca las operaciones de los traficantes asociados con el MC cubano. Cada movimiento era grabado y filmado en Florida, Ciudad de Panamá y Colombia. Muy pronto, Washington tuvo pruebas para incriminar a Fidel Castro en una conjura internacional con los narcotraficantes colombianos y mexicanos.
En las primeras semanas de 1989, la red de Tony de la Guardia detectó la infiltración y de inmediato empezó a cerrar las puertas y ventanas de todas las operaciones. Pero ya era demasiado tarde. La Casa Blanca estaba sobre Manuel Noriega y Ronald Reagan desplegaba una guerra total en contra del narcotráfico.
El maletín de Gorbachov
Fidel y Raúl Castro empezaron a recibir advertencias desde los más diversos orígenes. La última, la más perentoria, la llevó personalmente Mijail Gorbachov el 8 de abril de 1989 en una visita a Cuba, tras reunirse en Washington con el Presidente Reagan. No se podía hacer nada. Había que destapar el escándalo para salvar lo fundamental: la sobrevivencia del régimen. Y así se hizo.
El lunes 29 de mayo de 1989, Raúl Castro convocó a sus asesores más próximos, los generales Abelardo Colomé y Ulises Rosales, para discutir el nombramiento de Ochoa como jefe del Ejército de Occidente. Sabía de las capacidades individuales del general, de su audacia y de su indiscutido liderazgo en las FAR. Y por eso también le temía. Desde 1970 le seguía los pasos, sospechaba de su independencia, y últimanente no le gustaban nada las simpatías de Ochoa por la glasnost y la perestroika de la Unión Soviética.
Colomé y Rosales compartían la misma percepción, y los tres acordaron que no se le podía entregar un mando tan importante. Esa misma tarde, Raúl Castro le comunicó a Ochoa que su carrera sería interrumpida, lo que el afectado pareció comprender. Pasara lo que pasara, le dijo el menor de los Castro, hoy, mañana y siempre serían hermanos.
Duró poco la hermandad. Apenas dos días después, Ochoa pidió ver a solas a Raúl Castro. El 2 de junio, el héroe de tantas guerras, desde el desembarco en bahía Cochinos hasta la feroz embestida sudafricana en Cuito Canavale, en Angola, entró en el despacho del hermano de Fidel como tal vez nunca nadie le había hablado antes. Ochoa estaba harto de los métodos de los hermanos Castro. Había visto en África y en otros países lo fácil que le sería a Cuba obtener recursos con un poco más de apertura política y mental, y le confesó a Raúl que él mismo había decidido hacerlo para mantener a sus tropas, para mejorar sus posiciones militares y, a la larga, para defender la revolución.
Cuando salió del despacho del hombre más duro del régimen, Ochoa ya sabía que sus días estaban contados. Quizá pensó que sus oficiales en Angola, los mismos que desfilaban por su casa para compartir un vaso de whisky y hablar de política, los mismos a los que había repartido ascensos y regalos con el dinero procedente de la venta de diamantes y de marfil, le apoyarían. No pasó nada. Fue detenido el 12 de junio.
Fuentes amigas , según las autoridades cubanas, estaban esos mismos días poniendo en las manos de Fidel antecedentes sobre la implicación de altos funcionarios del régimen en el tráfico de drogas. Las fuentes tenían domicilio en Panamá, donde Noriega resistía en el poder sólo con el apoyo de La Habana y de los sandinistas.
Los últimos datos habrían llegado en el maletín del Presidente de Panamá, Manuel Solís Palma, que visitó por sorpresa Cuba el 11 de junio. La contrainteligencia cubana había interceptado, además, una comunicación entre Colombia y Estados Unidos que ponía en evidencia a militares de la isla. Ese mismo día, Fidel y Raúl mantuvieron una reunión cara a cara de 14 horas que terminó con un Fidel colérico, exigiendo medidas ejemplares, ordenando a su hermano que cortara las cabezas de las serpientes que envenenaban la revolución.
Las horas finales
Todos los implicados fueron detenidos un día después de la cumbre entre los dos hermanos, y las piezas del rompecabezas empezaron a calzar. El 14 de junio, Raúl Castro se refirió por primera vez públicamente al escándalo, todavía sin detalles suficientes. Tras diez días de interrogatorios, el diario del PCC, Granma , publicó el 22 de junio un largo editorial escrito de puño y letra por Fidel Castro, en el que se hacía un relato pormenorizado de los hechos que llevaron a altísimos funcionarios del régimen cubano a convertirse en cómplices del más importante productor de cocaína del mundo, Pablo Escobar Gaviria.
Con ese editorial comenzó el exorcismo. Todos los medios de comunicación se pusieron al servicio del caso. Por primera vez se permitió y se estimuló que la gente gritase contra aquellos a quienes había visto pasar durante años en automóviles blindados protegidos por escoltas. Todos, Gobierno y pueblo, tenían que hacer fuerza para curar al país del cáncer que lo asaltaba.
El primer episodio del sicodrama comenzó el 25 de junio. Cuarenta y siete generales de las FAR formaron, bajo la presidencia del general Ulises Rosales, un tribunal de honor para juzgar a Ochoa. Ante ellos, Raúl Castro le dijo al general expulsado con deshonor: Por donde usted pasa deja el rastro de la corrupción .
El jefe del Ejército le dio un último consejo a su subordinado, sentado ahora en el banquillo de los acusados: Tiene todavía la posibilidad de legar a sus hijos un análisis autocrítico y una reflexión que les ayude a comprender la inequívoca justeza de las decisiones de este tribunal militar que habrá de juzgarlo .
Justo una semana antes, en el Día del Padre, Ochoa había recibido en su celda a sus tres hijos, Yanina, Diana y Alejandrito, a quienes prometió que colaboraría y se arrepentiría públicamente de sus delitos. Así lo hizo después, al declararse culpable y manifestar que su último pensamiento ante el pelotón de de ejecución sería para Fidel Castro.
En los interrogatorios salió a relucir una de las páginas más negras de la historia de la corrupción institucional cubana. El cartel de La Habana estaba cuidadosamente organizado y protegido por altos departamentos oficiales, fundamentalmente el MC, un organismo creado para contrarrestar el bloqueo estadounidense y convertido en una cueva de ladrones. Departamento de marihuana y cocaína , le llamaban en las calles, tergiversando su sigla.
No había nada más que hacer. La tragicomedia bajó el telón y en la madrugada del 13 de julio de 1989 los cuatro principales implicados cayeron bajo las balas de la revolución. LND

Video de las declaraciones del ex General Jose Quevedo

Resumen biografico o radiografico de Fidel Castro

El precio de estar bajo la protección de Fidel Castro

jueves, 18 de octubre de 2007

Una de las fuentes de financiamiento de la Corporacion

Fragmentos del articulo de Oswaldo Yañez, donde muestra una de las fuentes de financiamiento de la Corporacion Cubana.

"La nomenclatura está de celebraciones, primero con los gallegos y después con el gorila cargado de regalos, tras algunas sonrisas casi se puede adivinar la cuantía de la dadiva, en todo caso, demasiado generosas para el esfuerzo realizado, la traición a los ideales martianos está bien pagada en la Cuba del siglo XXI.
El irredento comunista, a la sazón, Embajador del Reino de España, no cabe en sí de gozo, parafraseando a una insigne escritora, me atreveré a decir: nadie, mirándolo, podía pensar que en ese cuerpo cupiera tanta mala sangre.
El grupo mediático Prisa y otro, en ciernes, propiedad de los compañeros de cancha del Iluminati, están sirviendo de altavoz para propagar exitosamente en el mundo la falaz propaganda revolucionaria cubana, ya no se que me indigna más, las mentiras castristas, quien las propaga o que haya gallegos que, después de diez lustros de tiranía, se las traguen.
La Secretaria de Estado para la Cooperación del MAEC del Reino de España llegó a la casa de las Cariátides con millones de Euros y espetó, sin que se le corriera un ápice su pintura de ojos, que el gobierno del Iluminati estaba dispuesto a ayudar a los cubanos gobierne quien gobierne. Esta sencilla aseveración encierra una mentira y una sentencia, la falacia, que la ayuda llegará al pueblo cubano, la sentencia, que los socialistas españoles están dispuestos a sostener las tiranías de izquierdas en todo el mundo si eso les sirve para conservar el poder en su país, terrible panorama para todos los españoles.
La alegría del embajador está justificada no solo por la llegada de las fulas frescas sino porque el hombre de Zapatero en La Habana está a punto de cerrar el acuerdo para la compra de la mochila de Castro, al menos, eso piensan ambos. El precio son 2000 millones de Euros, que saldrán del bolsillo de todos los españoles, con el cerrado aplauso de la camarilla de empresarios españoles que comercian con el régimen castrista y que podrán al fin cobrar sus deudas pues el precio consiste en la condonación de la deuda externa cubana con España.
El problema de ceder a un chantaje es que cuando este comienza ya no tiene fin, poco le importa a los asesores del inquilino de la Moncloa mientras esta estrategia de engaño les permita perpetuarse en el poder.
Ya he rebatido antes las mentiras del flaco gallego pero les voy a transmitir un método para que comprueben que todo el dinero que trajeron nunca acabará en manos de los cubanos sino de su nomenclatura.
A la firma del tratado asistió el hombre del traje gris, que gestiona la Habana Vieja como si de su rancho particular se tratara, bastará ver las fotografías de satélite de esta parte de la ciudad dentro de unos pocos años para comprobar que las fulas se las tragó el caribe pues las mejoras en los edificios seguirán brillando por su ausencia.
A ese acto también asistió el representante de una pretendida ONG que lleva tiempo trabajando en Cuba, a través de su página web se puede comprobar que todo su dineroacaba en manos de los disímiles tentáculos de las organizaciones del PCC. Sírvase comprobar el proyecto que auspiciaron con la federación de mujeres para arreglos ornamentales y que, preguntados los oriundos de esa ciudad, nadie conoce. Es fácil de comprobar para el que lo quiera hacer, por eso, yo afirmo con rotundidad que los millones de Euros de los gallegos solo van a ira parar a las jabitas de la nomenclatura cubana y nunca, nunca, a mejorar el desesperado estado del pueblo cubano.
Estos hecho prueban que el desprecio del gobierno del Iluminati hacia el pueblo cubano es sólo equiparable al que le profesan los revolucionarios castristas que desgobiernan mi patria y que su único interés es engañar a todos los españoles, haciéndoles creer que se ayuda al pueblo cubano cuando en realidad están apoyando a la dictadura castrista, solo espero que los españoles que realmente quieren la democracia y la libertad para el pueblo de Cuba les rebatan, con estas pruebas, sus falaces argumentos cada vez que osen difundir su mentira y por supuesto, que les retiren su voto".

El articulo completo puede ser apreciado en: http://www.conexioncubana.net/blogs/oswaldo/?p=145

miércoles, 17 de octubre de 2007

Jorge Edwards: Historia de una censura/ Prologo de Persona Non Grata



A la distancia, después de lo que podría llamarse su primera etapa, creo que este libro es uno de los más censurados de los últimos años. Acumuló censuras oficiales y extraoficiales, explícitas y tácitas, arrogantes y vergonzantes. Sin excluir, desde luego, la más curiosa variedad de acusaciones al autor. El chaparrón permitirá confeccionar una lista de sinónimos y palabras afines: inoportuno, indiscreto, deslenguado, frívolo, vanidoso, feminoide, agente pagado de la CIA, servidor “objetivo” de la CIA, burgués, pequeño burgués, diplomático mediocre, escritor inexistente. En Chile careció de permiso de circulación, eufemismo con que se denomina la censura, comadrona de abortos literarios, hasta el mes de julio de 1978. Antes de esa fecha se leyó bajo cuerda, sin excesivo disimulo, y hasta se comentó con profusión y con parcialidad en los periódicos. Hubo una edición pirata, impresa en Valparaíso, del capítulo sobre la visita oficial a Cuba del Buque Escuela “Esmeralda” de la Armada chilena. El capítulo se publicó expurgado, pero conservó el título de vals amable que le di en la primera edición: “Sobre las olas”. Ahora, decidido a seguir el manuscrito original, he suprimido títulos y subtítulos...... En Cuba no fue necesario prohibirlo. Pertenece a una especie de libros prohibida por definición, contaminada por una forma de inexistencia. Allá se ha llegado al extremo de editar para cubrir las apariencias internacionales, como en el caso de Paradiso, de José Lezama Lima, y de Fuera de juego, de Heberto Padilla, pero esos libros nunca tuvieron una circulación normal. Algo semejante ocurrió en una época en la Unión Soviética. Por ejemplo, con los cuentos de Isaac Babel, editados en diez mil ejemplares y agotados en pocos minutos...... Son sutilezas del llamado “socialismo real”. Nosotros los chilenos, provincianos que somos, habitantes de una faja remota de tierra, prohibimos un libro editado en el país y éste llega de inmediato, por arte de magia, a los po-cos lectores que todavía quedan...... Los cubanos hacen exactamente lo contrario. Muestran una obra disidente a los invitados extranjeros. Se la dejan en el velador, como dejan la biblia en los hoteles puritanos de América y Europa del Norte. Apenas se han ido las visitas, tapan la obra con un sombrero de copa después levantan el sombrero, y el libro desaparece hasta de la memoria de los disciplinados lectores. Sólo se lo podrá encontrar en las mesas inaccesibles de los cardenales de la iglesia nueva, junto a otros bienes que también se han convertido en humo, fuera de aquellas mesas privilegiadas, gracias a la aplicación milagrosa de la teoría. ..... Un ex dirigente de la Unidad Popular chilena, en su viajado exilio, tuvo la oportunidad de asomarse a uno de esos lugares misteriosos donde construye el futuro el Líder Máximo. Se habló extensamente de Chile. En medio de la conversación, la mirada del dirigente y la del Líder Máximo convergieron sobre un ejemplar de Persona non grata, que estaba encima del escritorio y que tenía papeles blancos entre las páginas. “Estos libros, naturalmente, yo no los leo”, dijo el Comandante en Jefe, con un gesto que lo cancelaba de una plumada. ¡Naturalmente! ..... En Barcelona, hace algunos años, un par de amigos polacos, conectados con el gobierno de Varsovia, me hizo una visita especial. Sentados en un mesón de las ramblas, frente a un despliegue de “tapas” suculentas, que suscitaban exclamaciones de sospechoso entusiasmo, dijeron: ‘Tú no has escrito nada que nosotros no supiéramos de antemano. Te has limitado a mostrar, como en la fábula, que el rey andaba desnudo. A nosotros nos gustaría mucho poder traducir tu libro, pero habría que cortarle los párrafos subjetivos...”...... “¡Cómo! ” exclamé: “ ¡Si es un texto autobiográfico! ¡Todo, desde la primera linea hasta la última, es subjetividad pura, deliberada y descarada subjetividad! ¡El libro entero se plantea en ese terreno! ” ...... Mis amigos de Varsovia, experimentados en estas lides, sonrieron. Si la situación mejoraba en su país, harían un esfuerzo para publicarlo. La situación, en lugar de mejorar, empeoró muchísimo, como todos saben, y yo me limito a recordar aquella tarde de primavera en las ramblas, esperando que mis amigos sigan con buena salud...... La reacción de los editores occidentales también tuvo aspectos interesantes. Uno de ellos, muy conocido en Alemania Federal, rechazó el libro antes de recibirlo. Fue un rechazo de una celeridad insólita. El editor, oportunamente, había sido informado de que la publicación sería “inoportuna”. Sus exploradores barceloneses, sus “scouts”, para utilizar la terminología de la profesión, estaban haciendo méritos. En ese final de 1973, sólo era lícito hablar de la represión en Chile. Todo intento de comprender lo que había sucedido, a partir de antecedentes más complejos y más completos, provocaba irritación en las buenas conciencias. Se practicaba, con bombos y platillos, la indignación unilateral: moral hemipléjica, paralizada del costado izquierdo. Un crítico chileno hostilizado en la universidad de los tiempos de Allende; acusado de tibieza; falto de militancia; expulsado, finalmente, a patadas, con ayuda de un plumario termocéfalo de brillante trayectoria posterior; tuvo que organizar su salida a universidades norteamericanas. En esto último, como se demostraría más tarde irónicamente, el crítico no se diferenció de sus detractores. Pues bien, se preparó para salir el once de septiembre, el fatídico 11 de septiembre de 1973, y los acontecimientos de ese día lo obligaron a postergar el viaje un par de semanas. ..... En el aeropuerto del Norte lo esperaba una selva de micrófonos. Se presumía que era uno de los primeros escapados del largo campo de concentración en que se había convertido Chile. El profesor y crítico abrió la boca y los periodistas, perplejos, recogieron sus bártulos. Ahora regresó al país y hace clases en institutos privados de provincia. Enseña materias como redacción comercial y comportamiento en los cocteles. La universidad nueva, bajo régimen de intervención militar y de presupuesto equilibrado, tampoco lo recibe. El, después de su contradictoria experiencia, cerró la boca y sigue sin abrirla...... Enrico Filippini, que era director literario de la editorial Bompiani, me recibió en Milán, en octubre de 1974, con motivo de la salida de la traducción italiana. Un grupo comunista de Pavía le habia pedido una conferencia sobre Pablo Neruda y él había sugerido mi nombre. Cuando llegué a Milán, acababa de enviar mi curriculum a Pavía. De pronto sonó el teléfono. Los de Pavía, con habilidad florentina, declaraban que estaban desolados. No habían reparado, distraídos, en que la conferencia coincidía con el día de San Francisco. Sucedía que la tradición de ese aniversario impedía celebrar actos públicos. El santo había sido persona modesta, casi selvática. La conferencia, por consiguiente, debería realizarse en una pequeña escuela. Ellos pedían disculpan anticipadas, y me esperaban con los brazos abiertos...... Filippini fue partidario de ir. Yo, autor disciplinado, acepté. La charla tuvo lugar en una sala íntima. Todas las sillas estaban ocupadas por abnegados militantes del P. C. de Pavía: matronas gordas y hombres robustos, de caras impávidas, que después, en recompensa, me invitaron a beber un whisky en un cabaret, lugar calculado para narradores frívolos. En esos días, Enrico Berlinguer había estudiado el fracaso de Allende y había desarrollado la tesis del “compromiso histórico”. Como puede apreciar el lector, los militantes de Pavía asimilaron la tesis con eficacia admirable: ni cortos ni perezosos, unieron el aniversario del pobrecillo de Assís a la praxis revolucionaria...... Para ser justo, debo reconocer que la censura fue ejercida primero por el propio autor, es decir, por mí mismo. No escapé del mecanismo infernal de la autocensura y no me sorprendí con los innumerables censores que me salieron al paso. Aplicaban la misma medicina que yo había aplicado en el pasado, como neófito de la izquierda, el testimonio de André Gide, en su regreso de la URSS, o al de Guillermo Cabrera Infante, en sus despedidas habaneras. Mi libro, en consecuencia, pertenece al género confesional en el sentido más estricto de la palabra: acto de confesión y acto de contrición. ..... Para explicar esta edición, que será, espero, la definitiva, tengo que narrar la historia de mi propia censura. Escrito a la salida de Cuba, entre abril de 1971 y abril de 1972, en el primer año de gobierno de Salvador Allende, después de cumplir a tropezones la misión de abrir la embajada de Chile en La Habana, mientras desempeñaba en París, junto a Pablo Neruda, poeta y embajador momentáneo, el cargo de ministro consejero, el libro permaneció guardado bajo siete llaves hasta mediados de 1973, fecha en que tomé la decisión de publicarlo. La decisión implicaba en ese instante, cuando aún no se había producido el desenlace final del allendismo, el alejamiento definitivo de la “carrera”, en cuyo paraguas protector y a la vez, para desengaño de incautos, tiránico, me había podido refugiar durante 17 años...... Pasé entonces el texto a máquina, puesto que lo había escrito a mano, con rotuladores gruesos, en grandes cuadernos de dibujo, y suprimí páginas que me parecieron excesivamente personales, como ésas del “Paréntesis portugués”, crónica íntima y melancólica de una noche pasada en una dictadura de derecha, después de haber vivido con breve intensidad la experiencia de la dictadura que se supone del proletariado. Suprimí, sobre todo, pasajes demasiado conflictivos en esos días de crisis chilena, o comprometedores para personas que continuaban viviendo en Cuba. Había, para colmo, alusiones al franquismo, ya que el buque escuela chileno había hecho escala en Barcelona después de zarpar de La Habana, situación que se prestó para comparaciones escabrosas, y el libro tenía que ser editado en la España de Franco. ..... En buenas cuentas, dentro de su rico historial de censura, el primer censor de este libro fui yo. Y lo fui en dos etapas, de dos maneras diferentes, ya que cuando estaba por publicarse, después de aquellos cortes prudentes que había hecho al pasarlo a máquina, las presiones de la más variada especie, las connotaciones terribles que adquiría el drama chileno, me obligaron a redactar explicaciones, notas, justificaciones, agregados que llegaron a ocultar, me parece ahora, el texto. El original, por ejemplo, entra de lleno, desde la primera línea, en una atmósfera de sospecha, de conjeturas, de angustia, que durante muchas páginas resulta inexplicable, y que nunca, a lo largo de la narración, se explica del todo. La atmósfera de secreto, el misterium regni, el antiguo y renovado arcano del poder, impedía e impedirá siempre una visión completa de estos casos. El mosaico se construye con lentitud, pero hay piezas que desaparecen para siempre. No puede ser de otra manera. Por eso es saludable entrar de inmediato en una zona de subjetividad pura. Pues bien, en el texto publicado inserté a última hora alrededor de 15 páginas iniciales puramente descriptivas, que no corresponden para nada al estilo del relato y que ahora he procedido a cortar sin el menor escrúpulo...... También he repuesto, sin escrúpulos mayores, el 95 por ciento de los párrafos suprimidos. Digo 95 por ciento porque todavía subsisten menciones en el original que podrían causar daño a personas vivas e inocentes. En algunos detalles particularmente indiscretos, la autocensura ejerció su efecto paralizador incluso en las sesiones matinales de trabajo. Sólo quedó una huella en la memoria: el papel siguió en blanco. Mi última conversación con Lezama Lima para citar un buen ejemplo. Lezama me insistía en que fuera a visitarlo a su casa de la calle de Trocadero, en un deseo que resultaría póstumo y que los compromisos del protocolo y de las despedidas me impidieron satisfacer. Es una de las omisiones de las que más me arrepiento. Pero nos encontramos una noche entre amigos, comiendo, bebiendo, fumando tabacos que adquirían para ellos, para esa alegre compañía, carácter mitológico. El Supremo ya había enarcado una ceja y esa etapa de regocijo desprevenido terminaría pronto, de unmodo inapelable. Sólo se mantenía, en esos días de mediados de marzo de 1971, la ilusión de su posibilidad. Le-zama, Buda asmático, ocupaba un sillón ceremonial, y yo, recordando su intención de conversar conmigo, me senté al lado suyo en una silla baja. El se inclinó con esfuerzo, lanzando bocanadas de humo...... “Y usted, dijo, ¿se ha dado cuenta de lo que pasa aquí?”..... “Sí, Lezama”, le contesté...... “¿ Pero se ha dado cuenta, insistió, de que nos morimos de hambre?”..... “ ¡Sí, Lezama! ¡Me he dado cuenta!”..... Como sucedía siempre en esas reuniones, la comida, la bebida, los tabacos, habían sido conseguidos gracias a mis prerrogativas diplomáticas, detalle que el Poder calificaría como una provocación intolerable...... “Es de esperar que ustedes, en Chile, sean más prudentes”, dijo el poeta...... “Es de esperar”, dije. ..... Si suprimí los añadidos de última hora, mantuve, en cambio, como un todo separado del texto central, el “Epílogo parisino”, escrito en Calafell y en Barcelona en octubre de 1973. Amigos de buena voluntad me han observado que el libro irritó a la mitad de la gente y el epílogo a la otra mitad. Puede que tengan razón, pero ocurre que el libro, con ese doble filo, también ha conquistado otros amigos. Me ha permitido vivir más aislado y a la vez en mejor compañia. Escogí esta condición a conciencia y no me quejo en absoluto. No deseo volver a ningún redil. ..... Lanzo el libro así, entonces, como Dios lo echó al mundo y lo hago, por fin, con un suspiro de alivio, sintiéndome capaz, por primera vez, de olvidar “todo este desagradable asunto”, como dijo en una carta Pepe Rodríguez Feo. Desde el instante de su primera publicación, en diciembre de 1973, su historia estuvo llena de enseñanzas, de paradojas, de revelaciones y decepciones. De Cuba recibí mensajes misteriosos y algunas señales, señales remotas, que había que descifrar. En Nueva Orleans, en una charla universitaria de fines del año 80, un cubano viejo se levantó al fondo de la sala y dijo que él había leído el libro en la fortaleza de El Príncipe, donde había estado preso durante 15 años. Había tenido que pagar diez pesos, equivalentes, al menos en la teoría económica del fidelismo, a diez dólares, para adquirir el derecho de lectura clandestina. ¿Qué más podría pedir un autor, aun cuando no percibiera el diez por ciento de aquellos derechos singulares? En esta época de tirajes inflados y sostenidos con música de guarachas y propaganda televisiva, la obra estuvo a mitad de camino entre el “samizdat” y las publicaciones normales. ¿Fue un caso premonitorio, un anticipo de la mirada omnipresente del Hermano Mayor? Veo todavía a los jóvenes críticos de Madrid y de Barcelona rasgándose las vestiduras, sofocados de indignación.” ¡La oportunidad estaba mal escogida! Había que “morir pollo”, como decimos en Chile. Es decir, colocar la cabeza con docilidad para recibir el machetazo de la cocinera. Recomiendo, a este respecto, las siguientes lecturas: La gallina degollada, de Horacio Quiroga; las memorias de Nadejda Mandelstam; el último discurso de Isaac Babel en la Unión de Escritores Soviéticos. ..... Aprendí en carne propia que la literatura, el periodismo literario, la edición, la cátedra, los cafés de la ribera izquierda del Sena y de las capitales de América Latina son verdaderos nidos de censores, de soplones vocacionales, de hombres de cabezas cuadradas, que sólo saben intercambiar esquemas, ideas recibidas, naipes sobajeados y marcados. Esclavos de la consigna, como dijo antaño, con su lucidez habitual, Vicente Huidobro. Falta un trabajador voluntario que ponga el diccionario de Flaubert al día...... Las autoridades chilenas, desde luego, también estimaron que el momento de la publicación había sido inoportuno. Era cierto que Fidel Castro bajaba de su pedestal y quedaba en pantunflas, pero ¿por qué se me había ocurrido incrustar ese maldito epílogo? ¿Qué tenía que ver? ¿No habría sido escrito por encargo de los editores europeos, cómplices complacientes o miembros activos de la Inspiración internacional contra Chile? Examinaron el caso con lupa midiendo los pros y los contras, y sólo autorizaron el libro cinco años más tarde, en los días de mi primera visita al país después de los “sucesos chilenos”. En esos días, en una reunión social, un personaje creyó necesario advertirme que en Chile jamás se había ordenado quemar libros después del ll de septiembre de 1973, a pesar de lo que yo, mal informado, consignaba en ese epílogo escrito desde fuera. Cuando hablaba de lo que había vivido en Cuba en carne propia, acertaba medio a medio, pero cuando repetía historias sobre Chile que no había conocido de cerca, cometía un acto de flagrante injusticia de lesa patria. En cuanto a las cacareadas quemas de libros, lo que había ocurrido era que unos soldados, mientras practicaban un allanamiento en una calle céntrica, en una noche de intenso frío, habían cogido unas despapeladas ediciones de Moscú, de ésas que se repartían en el país por toneladas, y en un minuto de distracción de sus jefes las habían tirado a una fogata donde se calentaban las manos. En esos precisos instantes había pasado un periodista de Nueva York, adherente entusiasta a la conspiración foránea, y había difundido la noticia por los télex del universo entero. ..... No era, desde luego, una versión oficial. Era la explicación de un simpatizante comedido, y sirvió para estimular las risas y las bromas de una sobremesa amable. ¡Todo era porque los soldados tenían frío! Quedó demostrado que los chilenos, en esos días de mi regreso al país a mediados de 1978, ya empezaban a recuperar el sentido del humor. Después, como se sabe, el humorismo nacional ha seguido un ritmo de aceleración vertiginosa...... Entrego el libro, entonces, en su versión original y definitiva, libre de los estragos de mi propia censura y de la ajena. Lo entrego dispuesto a observar cómo se acomoda con su destino, pero a observarlo, esta vez, desde la distancia, libre de temores y ansiedades, como si se tratara de la obra de otra persona, o del caso de otro que yo he tratado de narrar a mi particular manera.

Prólogo de la edición de Persona non grata, de Jorge Edwards para Editorial Seix Barral.En esta edición se publicó por primera vez el manuscritooriginal y completo de este libro.